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-Yo tengo cincuenta centavos. Y el resto no, porque es de mi vieja.
-Qué rata de mierda... tomá, yo pongo un peso. Roñoso. ¡Che, vengan a poner para tomar!
La Tango cuarteada se queda descansando abajo de una ventanita de chapa pintada, abollada a pleno. Se juntan los seis al lado del kiosco a juntar monedas y ver a dónde llegan con eso. Llevan tierra hasta en las medias, apestan a haber estado corriendo con 30º de térmica y las gargantas no les aguantan más el seco. Alejandro arranca a las puteadas.
-Todos lo viernes lo mismo. Venimos hasta acá, nos cagamos de calor tres horas y encima ninguno tiene un peso encima. Estoy harto de esa Robot Cola de mierda. Yo, otra vez cola, no tomo.
-¡No, compremos esa pomelo de dos litros de vuelta, que sale la mitad, y que es una mierda! Boludo, media botella de eso termina en la vereda. No jodas. –Fede, aportando, se ata los cordones a un costado.
Mientras, Edu está en otra, boludeando con pelota. Ale se lo hace sentir.
-¡Negro, vení a poner!
-¡Yo no tengo! -se lo siente, desde la otra punta.
-Puto, semejante casa, Play y no trae veinte centavos. –Grita- ¡ROÑOSO!
-¡No me hinches las pelotas! –Contesta Edu, pragmático y educado. Ale sigue con la colecta; entre los seis no hacen tres pesos. Se acerca a Aníbal, que perdió las llaves y todavía no se dio cuenta.
-Ani, ¿Qué tenés?
-Aguantá… -Aníbal se saca el Puma azul y amarillo derecho, lo sacude sobre su mano izquierda, y sólo cae un poco de pasto y una piedra- Puta que te parió, con razón me dolía… No sé, tenía un par de monedas acá, pero no están…
-¿En el botín te las guardas, pelotudo? Se te cayeron… Venís a jugar al fútbol, ¿y en las medias te guardás la guita, chabón? No te da un carajo la cabeza.
-¡Puta que te parió, las llaves! -grita, se agarra la cabeza y amaga a disparar para el parque- Andá saber dónde cayeron…
-Te pasa por boludo. Fede, ¿tenés?
Fede se seca la cara con la de Francia del 98, la del mundial. Lo mira.
-Te acabo de dar ochenta centavos, no me jodas.
-Dale boludo, tenés en la mano como cuarenta más.
Ale le relojea la mano, y las monedas brillan entre los dedos.
-¡Te di ochenta centavos, boludo! Rompele las bolas al judío éste para que saque una él de la casa.
A unos metros, ya eran tres los que se habían abierto de la colecta, y pateaban por turnos la Tango contra la chapa. Andrés, acomodándose para entrarle y haciendose el boludo, alargó el comentario hacia quien correspondía.
-Posta, eh… no te cuesta nada bajar un botellita de casa.
Tomó carrera y le pegó; metro y medio lejos.
-¡Uh, loco, siempre lo mismo! –Mario lo miró para el culo- No puedo, las Cocas no son mías: no las puedo sacar de ahí… Y en vez de romperme las pelotas con eso, calentate en no tirarla a la mierda.
-¿Eh, pará, te vino…? ¡Poné para comprar algo si no vas a afanarte una Coca de tu casa al menos! Y andá a meterla de ahí, gil.
El pelotazo de Andrés pegó en el borde la ventana de al lado de la chapa, salió para la calle y cayó cerca del cordón, casi perpendicular a la chapa. Por la esquina, desde el parque, llegaba Aníbal a las puteadas porque no sabía como iba a hacer para entrar a su casa.
-Comé, puto –Mario la miró, tomó carrera, calculó distancia y le pegó con comba desde el cordón. La pelota, con altura, ni tocó la pared del edificio. Pegó en la pared de al lado y salió para donde estaba él, frenándose con un tronco que había suelto en el suelo. Edu se levantó y la fue a buscar.
-Negro culo roto, mirá dónde te quedó…
Edu le guiñó el ojo y le levantó el pulgar desde la loma de cemento en la que estaba sentado.
-Gracias, papá; vení, aprendé cómo se hace.
Carrera corta, las piernas largas acomodadas atrás de la pelota, la Topper suplente blanca del Rojo sucia de tierra, y Edu que calza la Tango desinflada con toda la cara interna del botín derecho para que el chanfle sea exacto, y el destino, infalible. Ruido de metal, y la va a buscar para pegarle de vuelta.
-¡Así se le pega, papá!
Fede se acerca con Ale y una Enter Cola a los demás. Edu caza el balón con la zurda, y el chapazo suena otra vez. Alrededor de la botella, todos empiezan a gritar apurados el orden en el que pretenden tomar, mientras Andrés sale corriendo, arranca la botella de los brazos de Ale, vuela la tapita y empieza a tomar desesperado.
-¡Gordo, la puta que te parió, pará! ¡Dije pri!
-Qué gordo de mierda. –Aníbal ignora la gaseosa y encara para la pelota- Yo eso no me lo tomo; parece petróleo.
-Tiene gusto a mierda, así que petróleo no es –dice divertido Andrés, una vez que pueden sacarle la botella.
-Pasá, que tengo un pollo en la garganta que no me pasa –Fede la agarra.
-Los barquitos del final te los tomás vos, eh.
-Ni en pedo –traga- yo tomo para pasar el garzo nomás. Che, ¿cuándo me toca pegarle?
-Eh… Dá, pegale vos. –Aníbal, perfilado para tirarla al carajo, se corre y lo deja. Fede la mira, se acomoda el flequillo semi rubio, le entra de puntín y hunde la chapa.
-¡Ahí tenés amigo, no le pego másss! –Canta, con un gesto de satisfacción. El rebote salió para atrás y a Aníbal le toca pegarle casi desde el toldo del kiosco. Se acomoda como puede, y rel tiro apenas pega en el borde del marco de la chapa y deja la pelota muerta abajo.
-Yo voy –dice Ale, que corriendo se acerca al grito “¡El Betoooo!” y la tira dos metros para arriba, casi colgándola.
-¡Dale chabón, cuélguenme ésta como hicieron con la Tricolor, que no sé ni dónde está! –Andrés corre a buscarla antes que caiga al piso y Ale se la tire lejos a propósito, por llorón.
Una vez que Andrés embargó la pelota, la tarde quedó terminada. Arrancaron para el lado de iglesia, yéndose del parque cuando el sol empezaba a caer. Aníbal puteando porque no encontró las llaves, Edu y Fede jodiendo a Mario por los litros de gaseosa que tenía secuestradas en la casa, Ale pateando la pelota una cuadra para adelante, y Andrés corriéndola de atrás a las puteadas. Se fueron separando; uno ahí nomás, después de la iglesia, otro por Tamborini, otro en Congreso, otro en la plaza q esta a media cuadra. Dos quedan pateando para el mismo lugar.
-¿Che, Fede, que hacés vos el año que viene?
-Industrial… ahí, cerca de casa.
-Joya… yo creo que voy a la vuelta de casa también, pero no sé –Aníbal miró para arriba. Una ráfaga de viento congeló un poco el aire.- ¿Dónde iremos a terminar?
-¿Eh? ¿Cómo terminar? –Fede lo miró raro.
-Cuando termine esto… No sé, boludo, digo si seguiremos haciendo estas cosas, o cómo será la vida, o qué. No sé, eso.
-Va a ser un quilombo, seguro… Qué se yo… muy distinto a esto no creo que sea, pero ya veo que entre que uno se pone de novio, otro arranca a laburar, otro desaparece, otro en la joda y todo eso, no sé, ya me parece que se va complicar todo más.
-Se… pero a mí me gusta esta tranquilidad. Parque, fin de semana, rascarnos un poco las pelotas y festejar goles tirándome de paloma en un charco bajo la lluvia –Fede se ríe, acordándose.
-O rompiéndole las bolas al vecino del Gordo con la pelota en la vereda, je
-Quedarnos pateando penales hasta la noche en la puerta de la casa de tu abuela…
-Callate que ya me cagó a pedos, boludo… -risas- ¡Escapándonos entre los árboles que se caen, como esa vez que esa tormeta casi nos hace mierda ahí cerca de casa!
Aníbal se ríe, los dos se acuerdan y siguen un par de cuadras más. Hace algo más de frío y ya falta poco para llegar a casa.
-Pinta que entre laburos, libros, minas y joda se va a ir acelerando todo.
-Y… debe ser lindo igual estar de novio, quedarte hasta las ocho de la mañana con un fernet o comprarte lo que querés…
-Sí, pero esta tranquilidad… amigos y futebol…
-Sí, posta… pero qué se yo. Bué, Ani, yo agarro por acá… ¿El viernes a las dos en lo del Gordo, como siempre?
-Dale… A las dos, en lo del Gordo. Como siempre.
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Thursday, April 24, 2008
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