"El amor es una promesa, es un recuerdo.
Una vez entregado, no lo olvides; no permitas que desaparezca."
-John Lennon
Es una promesa. Es la más grande de todas quizás. También es, si no resulta, el recuerdo -siempre dulce si realmente se trató de amor- que jamás se irá. Porque no podemos echarlo, y no querrá irse.
No sé cómo se hará para que no desaparezca. Supongo que en ese caso son ensayos de amor, pruebas previas. O quizá sí es posible la idea de un amor que muere y tiene una vida útil. Pero sí querría saber si realmente pude desaparecer. Más allá de las apariencias y de lo que el orgullo se digne a mostrar, que aquello que el tiempo no subsana sino que aparte aviva más y que todo lo que los sentidos externos piensan recibir... ¿Existe la posibilidad de un amor que se esconde, que es escondido y pide a lágrimas salir?
Quizás sólo sea un amor que se apagó o ni siquiera haya sido un amor. A lo mejor fue un alivio para el orgullo, una venda para los ojos o un aliciente para el alma. O nada de eso. O todo.
A lo mejor, el cascarón es más fuerte que el sentimiento y mas blando a la vez que el orgullo. Posiblemente no muera jamás, pero sí lo dejen morir. También puede que intenten matarlo.
Quizás a veces se disfrace de maldad y hiera de muerte, mientras pide perdón con voz imperceptible y sin darse cuenta.
Otras veces es sólo un gesto reconocible a lo lejos y por la persona indicada.
A veces quiere negar el haber sido entregado alguna vez. A veces lo negamos. A veces lo niego. A veces, lo negás.
Es posible que de vez en cuando se ablande por el recuerdo de una dicha pasada y hasta quiera revivirla, como también puede ser que las deteste y maldiga su recuerdo.
O lo maldigamos. O lo maldiga. O lo maldigas.
A veces vuelve luego de que la arena haya caído lo suficiente, y otras veces jura jamás haberse ido. Otras no vuelve, y se convierte en ese pedazo muerto de corazón que nos acerca más a la condición humana.
En algunas oportunidades nos hace más humanos. Potencia las mejores cualidades y somos grandes, justos y sabios. También saca lo peor de nosotros y muestra todo lo que nunca estuvo ahí. Nos humillamos, nos rebajamos y maldecimos el maldito día en que fuimos tan felices.
Tal vez sea inmortal. Tal vez esté en peligro de muerte.
Puede que no haya muerto y lata escondido en lo más profundo de tu pecho, temerosamente escondido bajo el vasto ala del orgullo que todo lo puede, tapa y elimina, esperando que algún día vuelvas a dejar que me busque.
O quizás sencillamente sí murió, o sólo se cansó y se fue para siempre. Tal vez pide por tu odio definitivo y reza porque el recuerdo de tus sonrisas en mis labios por fin muera también, de la manera despiadada y silenciosa que, por ahí, se merece. Quizás le da lo mismo existir o no existir.
O, al fin y al cabo, es una conjetuira sobre algo que ya está terminado y no sabe si irse o esperar a que lo echen, por más que ya esté en la calle.
Quizás.
Una vez que dejas de esperar, el tiempo se pone de tu lado.
Thursday, October 06, 2005
Monday, October 03, 2005
De odios y escenarios
"Alguien dijo alguna vez que la mejor terapia para el olvido es el odio. Que si ella se va se debe cuidar de nosotros, porque le declararemos el odio y la guerra. Pero sabes, al final suele pasar el odio es bastante aburrido, porque además no se lo cree nadie. Quiero decir que a ella no le afecta que el taladro de nuesta mirada le traspase, porque no se siente culpable. Normal. Así que al final uno decide olvidar y tirar palanca. Seguir en el camino y en la búsqueda, hacer repaso de lo que hemos andando y quedarnos con lo bueno. Y tirar lo malo. Ella crecerá, yo espero que no mucho más. Se casará y tendrá hijos, será la mujer responsable que todos quisiéramos. Y quizá yo también sea el hombre responsable que todos quisiéramos, no lo sé.
La ciudad seguirá imparabale, frenética. Y nosotros perdidos en ella, buscando quién sabe qué. Y qué sé que será de nosotros... pasarán tantas y tantas cosas."
-Ismael Serrano, Introducción de "Tantas cosas"
Cuando las cosas siguen sucediendo frente a los ojos, frenéticamente imparables, es cuando me doy cuenta de su dimensión real. De cómo faltan las cosas y cómo se dieron vuelta las mejillas. Un golpe no basta, siempre tienen que ser muchos. Porque es verdad, el odio aburre, implica un esfuerzo y nadie, jamás, será lo suficientemente iluso o tuerto para creerlo.
Lo sé. Propia experiencia, que le dicen.
La salida más fácil es el odio. El odio es la mejor excusa. Por lo tanto, imagino que podemos concluir que la excusa es la salida más facil que podemos hallar. Las cosas fáciles son como las baratas: duran poco y son de baja calidad. Ahorrándonos la obviedad del carácter patético que posee la esforzada montada en escena, podemos decir que el llevar el odio a los escenarios de la realidad es de por sí una exigencia desmensurada. E igual de inútil.
En los intentos por pasar por odio el pasado inmediato cometí tantos errores como quejas emití después. Estaba tan ciego que veía terriblemente bien; pero seguía estando ciego. Ciego de cosas tan claras que igual hubiese sido abrumador el poder entenderlas. Así que supongo que me hubiera equivocado por igual.
El punto es que hoy me di cuenta que día es y me aterré frente a algo aún peor: el día que va a ser mañana. Y lo que no va a pasar. Y lo que querría que pase. Cómo hubiera sido, o como lo habíamos planeado. Lo que hablábamos sobre mañana, cómo íbamos a pasarlo, lo que íbamos a hacer, lo que querías hacer, la razón por la que esperaste tanto ese día.
Me acuerdo que un día me pregunté a mí mismo si llegaríamos juntos a mañana. Estaba inseguro, me sentía a la deriva. Era por eso porque no estaba seguro. Un tiempo después me lo repregunté, pero por otra razón. Más fundamentada. Y hace un par de días lo confirmé, aunque ya lo sabía.
Quiero decir que a ella no le afecta que el taladro de nuesta mirada le traspase, porque no se siente culpable.
La ciudad seguirá imparabale, frenética. Y nosotros perdidos en ella, buscando quién sabe qué. Y qué sé que será de nosotros... pasarán tantas y tantas cosas."
-Ismael Serrano, Introducción de "Tantas cosas"
Cuando las cosas siguen sucediendo frente a los ojos, frenéticamente imparables, es cuando me doy cuenta de su dimensión real. De cómo faltan las cosas y cómo se dieron vuelta las mejillas. Un golpe no basta, siempre tienen que ser muchos. Porque es verdad, el odio aburre, implica un esfuerzo y nadie, jamás, será lo suficientemente iluso o tuerto para creerlo.
Lo sé. Propia experiencia, que le dicen.
La salida más fácil es el odio. El odio es la mejor excusa. Por lo tanto, imagino que podemos concluir que la excusa es la salida más facil que podemos hallar. Las cosas fáciles son como las baratas: duran poco y son de baja calidad. Ahorrándonos la obviedad del carácter patético que posee la esforzada montada en escena, podemos decir que el llevar el odio a los escenarios de la realidad es de por sí una exigencia desmensurada. E igual de inútil.
En los intentos por pasar por odio el pasado inmediato cometí tantos errores como quejas emití después. Estaba tan ciego que veía terriblemente bien; pero seguía estando ciego. Ciego de cosas tan claras que igual hubiese sido abrumador el poder entenderlas. Así que supongo que me hubiera equivocado por igual.
El punto es que hoy me di cuenta que día es y me aterré frente a algo aún peor: el día que va a ser mañana. Y lo que no va a pasar. Y lo que querría que pase. Cómo hubiera sido, o como lo habíamos planeado. Lo que hablábamos sobre mañana, cómo íbamos a pasarlo, lo que íbamos a hacer, lo que querías hacer, la razón por la que esperaste tanto ese día.
Me acuerdo que un día me pregunté a mí mismo si llegaríamos juntos a mañana. Estaba inseguro, me sentía a la deriva. Era por eso porque no estaba seguro. Un tiempo después me lo repregunté, pero por otra razón. Más fundamentada. Y hace un par de días lo confirmé, aunque ya lo sabía.
Quiero decir que a ella no le afecta que el taladro de nuesta mirada le traspase, porque no se siente culpable.
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