Friday, June 23, 2006

El lado oscuro del equilibrio

"And just when we're about to do something that we know it's gonna make our karma give us a pain in the ass, we decide to let things flow...
and we do it anyway."


El concepto básico del karma es sencillo: good things happen to do good people. O sea: cosas buenas le pasan a la gente buena. Aunque lo que nos gusta -o al menos a mí- llamar "mala suerte" toca a todos y cada uno, es el karma quien se encarga de "igualar el marcador". También sabemos que no siempre lo que va vuelve, y que más de una vez no nos volvió lo que debía. Para bien o para mal.

Queda en la cabeza de cada uno la intencionalidad de los actos. Porque sabiendo del modus operandi del karma, uno puede pensarse ingenioso al caer en el facilismo de dar para recibir. Actuar para luego estirar la mano con la palma hacia arriba esperando la recompensa. Bien, poco digno, se puede decir. Pero nadie lanza la piedra, asi que no se puede apuntar con el dedo a ninguno. O a ninguna. O a ningunos.

Lo llamativo es más allá que no todos llevan a cabo acciones de índole bienhechora por interés propio, me arriesgo a asegurar que el cien por ciento de la raza humana levanta voces al destino cuando este no cumple con el ideal. ¿Qué significa esto? que la intencionalidad no esta relacionada con el resultado. Posee un carácter hasta desvergonzado que siempre se pretenda una reacción noble para una acción que no lo es ni por asomo. Pero no nos gusta que las cosas salgan mal. No nos gusta que nos pasen cosas malas.

Obviamente, todo este análisis tiene sentido siempre y cuando exista la creencia -básica y fundamental en este caso- del accionar del karma; las cosas le suceden a la gente que cree en ellas. Ahora, si el karma estableces equilibrios ¿por qué aún existe gente que se agarra la cabeza e inunda los ojos de deseperación a la voz de "por qué a mí?"? ¿no es acaso el karma la fuerza que evita que nos pasen cosas malas?


Al escribir esto, respiré hondo y mis manos se paralizaron sobre el teclado. Un par de segundos antes pensé en lo que había escrito y me hice a mí mismo esa pregunta. Por qué me pasarán cosas malas, si yo creo en el karma. Entonces releí a la primer línea del texto y recalé en mi error. Y me asusté.


No es el objeto ni a finalidad del karma el evitar las cosas malas. Es como culpar a Dios por el hambre en el mundo. Equilibrio. Ése es el fin original, su verdadero aporte a la existencia. Uno tiende a -erróneamente- vincular esa presencia del equilibrio con algo benigno. Bueno, no.
Equilibrar es sumar o restar de un lado de la simetría para que ésta sea tal: simétrica. Entonces, si las cosas buenas le pasan a la gente buena, podemos decir que las cosas malas le pasan a la gente mala. O sea, que lo que nos sucede nos describe de punta en blanco. Si uno insulta al cielo por lo indeseable de su presente, posiblemente nos esté hablando de la vez que se hizo el dormido para que la vieja viajara parada o de cuando se fue en silencio de un supermercado con un vuelto -a favor, claro está- mal calculado.

Sólo que, al ser una fuerza tan incierta como la misma posibilidad de su existencia, sus tiempos de aplicación también nos son desconocidos. Así que es posible que nuestra miseria sea miseria todavía sólo porque aún no maduró el tiempo-karma. O peor: quizás -o, quizás, no- terribles designios e infortunios estén por asomar cuando llegue la hora. Es posible también que el deseo de desafiar al karma sea más fuerte que el miedo mismo a su respuesta, y que el karma deje que suceda sólo para que después uno se pregunte por qué pasan las cosas.
Creo que es hora de tentar a la suerte. Si las cosas van a salir mal, al menos quiero estar seguro que es mi culpa.

También es posible que sencillamente nada de todo esto sea otra cosa que una inexplicable conjunción de palabras que tienen un sentido gramatical al menos aparente. Es posible que nada de esto sea cierto, que el karma sea un cuento para asustar a los nenes asiáticos y que, como diría una conocida y quizás querida -o quizás no- amiga mía, puede que todo lo dicho anteriormente sean meras apreciaciones subjetivas. O sea, opiniones mías.






O, quizás, no soy tan bueno como pensaba.

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