Tuesday, August 22, 2006

Do you remember love?

Un banco cualquiera en una plaza cualquiera. Dos personas, cualquieras, ocupaban la tarde mirando palomas comer y recuerdos cayendo de los árboles de otoño. Aunque se acercaba la primavera, y las hojas solían volver, coloridas, a las ramas que habían abandonado tiempo atrás. Analogías aparte, ella y él, cualquieras, no rompían el silencio. De hecho, era un silencio bastante cómodo; si hasta hablaban entre ellos. Al fin y al cabo, lo silencioso de ese diálogo era justamente el hecho que hablaban, pero no se decían nada. Y eso que había mucho.

Ella le dio un poco de pan para que le diera a las palomas. Él lo recogió de su palma y sus yemas la rozaron. Caían las hojas y su otoño olía a primavera. Presionó un poco más la mano, olvidándose de las migas; ella miró hacia abajo, pensando en las palomas. Ahora sí el silencio era tal, pero ya no hablaban, aunque habían empezado a decirse cosas.
Él amagó a soltar una palabra y reposó la mano en la de ella. Ella, a su vez, se distraía con un palomo y una paloma que jugaban con las hojas de los árboles. Tenía las manos frías, y las de el desprendían calor. Él sentía el corazón caliente, le latían las arterias de todo el cuerpo. Ella se mordió un labio y lo miró un instante. Él, sonrió. Sopló un par de hojas y se acercó a sus ojos; el silencio era cosa del pasado.

-Ven aquí... tengo memoria de tenerte aquí -señaló su pecho y le miró la boca- Aquí, acurrucada y tierna sobre mí... desvaneciéndote en mis brazos. -Le hizo lugar junto a él y la invitó recostársele-

Ella sonrió un poco, sólo un poco, y se quedó donde estaba. Lo miró como con ternura, pero con algo de rechazo. Queriendo, pero sin querer. Él volvió a su lugar y, con el ceño fruncido, siguió alimentando a las palomas. Algunas se acercaron a él y comieron; otras sólo lo miraron, como sabiendo lo que pasaba. Ella y su silencio inmutable, él y su puchero disimulado. Ella lo miró un segundo, y el la vió; ella corrió la mirada, asustada. Él insistió.

-¿Que no ves que si te llamo es por que te extrañé? -apoyado con las manos en el banco, ansioso, esperó una respuesta que no llegó-. Si me desmayo cuando respondés, no es nada grave, y es humano... -sonrió un poco y distendió los músculos de la cara-.

Una sonrisa mal disimulada asomó de los labios suaves y apenas pintados que ella intentaba esconder. Lo miró decidida a los ojos y se prestó a sentirse como Julieta en el balcón. Él miró las hojas en el suelo y ella lo imitó. Ya no podía callarse. Bah, nunca pudo.

Se puso serio. Le clavó la mirada y reposó las manos con las de ella. Ella, con la mirada perdida en él, estaba ida.
-Quiero olvidarte y, al contrario, tu recuerdo se hace carne en mí. -Una hoja cayó entre ellos, una paloma se posó en el banco y el cielo se nubló. Algo estaba pasando.-

Quedó boquiabierta. La sorpresa no era ni sonrisa ni lágrima; sólo sucedía. Sólo se expresaba bajo las nubes y sobre el banco de plaza. Un banco de plaza cualquiera. Los ojos delineados de castaño suave no se perdían de su mirada. Las manos le seguían frías en la de él, y de pronto tuvo frío. Nada de todo eso era inesperado para él; de hecho, se hubiera extrañado si no sucedía. Pero la verdad es una sola, y es inalterable. Sabía de su destino casi sellado, e intentó poner paños fríos al asunto, dejandose sonreír y enfrentandose a ella, y así mismo. Y a ellos mismos.

-No cierres el telón... -dudó un segundo; estaba harto de indirectas que morían a los pocos pasos de vida y decidió jugar todo a ganador-...Probemos otra vez.
Ella bajó la vista de vuelta y petrificó la mirada en el frío de los adoquines de la plaza. De pronto levantó viento seco y se llevó algunas de las hojas que los rodeaban. Todo alrededor de ellos estaba impecable; todo se veía perfectamente bien. Él no soportó el sonido solitario del viento.

-Yo sigo... -Ella y su frase lo cortaron en seco.

-Nunca nadie me había tratado como tú. -Dijo ella, mientras lo miraba, fijo, a los ojos; le estaba leyendo el alma, quizás. O quizás solo se buscaba. Sus ojos brillaban, emocionados, como nunca; o como siempre, quizás. Tomó sus manos con la fuerza de quien busca eternidad, mostrándose entera frente a él. Él, atónito, la contempló desde su cielo; nada, absolutamente nada, podría llegar a ser como eso. No hay infierno más intenso ni estrella mas inmensa; no hay imagen mas perpetua ni música más dulce.

Otra vez, el Viento susurró sobre el adoquín triste. Hojas de primavera -con la melancolía del otoño- se arremolinaron cerca de una hamaca. Una nube tapó al sol y un pájaro cantó en voz baja. Ella lo miró dulce, insinuante, inocente; él, con su sonrisa brillante; ella, en su sueño mejor, cerró el telón:

-Yo sigo extrañándote.

3 comments:

Eclipse Místico said...

Michael Jackson cantaba, en su cd Dangerous, algo como...

"Do you remember the time
When we fell in love
Do you remember the time
when we first met, girl?"

Cada día que pasa y leo tus escritos, mi querido sobrino, me quedo boquiabierta ante tus progresos literarios.

Miles de besos.

Anonymous said...

Prueba de que se puede hacer un muy buen uso de una canción de Miranda.
:)

Anonymous said...

Prueba de que se puede hacer un muy buen uso de una canción de Miranda.
:)