Saturday, February 17, 2007

Renuncia

Recuerdo la última vez que lo ví. Yo estaba recostado en una esquina, el cielo estaba nublado y la luna y un ejército de estellas llevaban al sol a abdicar. Había una mujer en la parada, o quizás era un hombre. Volví de la nada cuando el aleteo me sacó de la somnolencia. A mi lado, apoyado contra la misma pared, pretendía pasar desapercibido. Lejos estaba de lograrlo. El pelo despeinado, largo hasta la nuca y oscuro como la noche. Sus ropas estaban entre opacas y sucias, con un tono que no llegaba al negro. Era bastante menos. Una sombra de plumas apareció junto a mis pies luego que el me mirara, cuando me llamó la atención con un chiflido agudo. Lo miré. Tenía una mueca de desolación; pocas veces la expresiones dicen tanto. Sus ojos de castaño oscuro escondían algo que no pude entender, pero que me entristeció automáticamente. Tenía las manos sucias; algo de dice que aún no se las lavó.
Se sacudió el ropaje para sacar un poco del polvo que lo cubría. Parecía estar cansado, pero sus ojos mostraban determinación. Luego de unos minutos en los que la luna y su imperio azul cruzaron el cielo, me miró. No parecía muy seguro de lo que hablaba.

-Así que seguimos en la misma, ¿eh?
Su pregunta me tomó por sorpresa. Vacilé.
-Disculpe, pero no sé de que está hablando. -Ni siquiera yo lo creí.-
Se apoyó en el barandal que estaba enfrente mío y se abrió el saco.
-Claro. No tenés idea, ¿no? De pronto la memoria te engaña. La memoria, o quizás otra cosa.
-O quizás no -salí rápido al cruce-. Quizás usted habla más de lo que sabe.
-Eso lo sabés vos mejor que yo -respondió, ahora determinante- No soy yo el que vale pocas migajas. Porque si no me equivoco, ese es el precio que cerraste.
Tragué saliva, mirando al horizonte de asfalto, impaciente por la carroza pública. Intenté darle la espalda.
-Ni se te ocurra.
Su expresión, ahora, fría y cortante.
-Sabés perfectamente de lo que hablo... creo que por eso entendés mi presencia.

El aire se heló y la temperatura bajó bruscamente. De pronto, me sentía más solo que nunca.

-El silencio es enemigo de los inocentes -sentenció-. No creas que está todo perdido. Nada se cierra hasta el último segundo.
-Los inocentes descreen del silencio -repliqué- quizás por eso es no pronuncio palabra.
Caminó algunos pasos por el cordón de la vereda, con las manos sucias en la espalda.
-Y digamos que los culpables nunca usan el silencio, así que estamos en medio de un juego de palabras bastante insulso. No juegue conmigo, se lo pido amablemente. -Su tono, ahora formal y calmo, me taladraba el cerebro.
-¿Y si directamente me dice lo que está buscando y le muestro el camino de vuelta? -Lo enfrenté, algo molesto pero más nervioso.

Sus ojos se hicieron hielo.

-No me trate como ellos, que soy completamente distinto y usted lo sabe. Usted me traicionó. Usted desconfió de mí y luego me abandonó para siempre, porque sabe que no hay retorno del lugar al que fue. Usted me transformó en lo que soy.
-¿Me vas a decir que estabas cómodo con esa túnica blanca?
Me cortó la frase.
-Eso es cosa mía. Yo respondía a algo, y eso me fue arrebatado. Míreme ahora. ¿Qué soy? ¿Qué es esto? ¿Es blanco, es negro? Entiendo que tardó en reconocerme, pero sabía perfectamente quien soy. De qué se trata todo esto. Lo poco que usted quería, ese pequeño capricho porque el pagó semejante precio me dejó recogiendo monedas del suelo. Sea hombre y hágase cargo.
-Me temo que eso ya va a ser imposible -retruqué.
-¿No es capaz de hacerse cargo?
-No me refería justamente a eso.
Junto al frío, el viento empezó a llevarse las hojas, y la oscuridad brillaba alrededor.

Me encaró, con un melancólico tono en la voz. De pronto, parecía despedirse para siempre.
-¿Está seguro de lo que dice? Sabe perfectamene a qué me debo. Más allá de sus decisiones, mi deber son sus espaldas. Mi desgastada túnica no me degrada y mis pesadas alas desplumadas no me impiden volar. -Sus manos imploraban misericordia, y sus ojos esperaban algo que sabían que no iba a suceder.
-No es posible la marcha atrás, y bien lo sabe. Usted mismo me lo dijo, y el que está en el Negocio es usted. Yo debo atenerme a las consecuencias. -La nota irreversible de mi voz me sorprendió hasta a mí mismo.
-Bien. Hasta aquí será, entonces. Le agradezco este tiempo a su lado y ha sido un honor. Que los sueños que vengan sean mejores que los que le traje.
-Nunca van a ser tan coloridos. Adiós. -Me miró unos segundos más y se empezó a alejar, quizás caminando, dejando sus ropas, ni blancas ni negras, sobre la ahora gigante sombra de plumas. Se dió vuelta una última vez.
-Disculpe jefe, pero hace un buen tiempo que está en este mismo lugar, y no creo entender bien el por qué. ¿Qué hace todavía aquí?
-Espero a alguien que nunca vendrá.
-Me parece perfecto. Pero tómese su tiempo, hace rato que espera...
-No te preocupes. Cada vez falta menos.

1 comment:

Anonymous said...

Excelente
Sublime
Dejate de joder y escribi.
Escribi.
Ademas de leer, escribí.

Escribi.

Y eso que no hubo coacción.
MM