Tenía los ojos inyectados en sangre. Pasivo, miraba a un solo punto completamente fijo. Completamente perdido, con la vista muerta como tantas otras cosas. Su interlocutor, expectante, aportaba su ser al silencio.
-Se escapa. Siento cómo se me escurre de las manos, cómo se me va entre los dedos.. -brillaban sus ojos, inertes, estáticos- puedo sentir que se desliza con toda la furia posible por entre mis yemas, como mis huellas se quedan vacías. Lo siento, y no tengo manera de impedirlo. Cierro las manos, apreto los puños con toda la fuerza de mi alma hasta que los nudillos palidecen completamente; pero nada puede detener su camino. Se me va, se va. Como si sintiera que la sangre de mis venas saliera a borbotones por la herida y yo, por más torniquete que aplique, no pudiera evitar el desangre. Lo siento, y lo veo; se escurre desde mis manos hasta mis pies. Desde mi interior hasta el punto infinito más lejano de donde estoy. De donde me encuentre, sea donde sea; siempre va a seguir escapándose. Pero no, porque no se escapa, sigue su camino. Pero mi desesperación... -cierra los puños apretando el borde del sillón y entrecierra los ojos, de los que ahora brotan lágrimas brutales- ¡Se va, se me va, se deshace de mí y de lo que soy! ¡Se va entre mis manos y no hay nada que lo impida, corro detrás y no puedo llegar! -recupera la respiración-. Es inalcanzable ya. Se fue. Y no pude hacer nada. Nada. Se me iba de las manos y veía cómo se iba, y veía su despedida. La gracia con la que se desprendía de mí y la facilidad con la que se deshacía de todos mis intentos por evitarlo. Porque no pasara. Porque yo no quería que pasara, al contrario; quería que nunca se fuera. Que por fin encontrara un lugar acá -Su pasividad nuevamente se reestablece, pasmosa, y sus ojos se elevan en dirección al cielo. Entrelaza los dedos y apoya ambas manos sobre su regazo-. Lo único que quería era que permaneciera para siempre acá. Que no tuviera, y mejor aún, que no quisiera irse, desaparecer, dejar de estar, emigrar. Nunca quise sentir como las líneas de mis manos confirmaban su ida. Eterna. Porque ahora sí que se fue; y si bien seguro no es la primera vez, ahora tengo la alarmante seguridad de que es así. De que por fin sucedió. Ahora sí siento, por primera vez, el frío acero de la certeza inexpugnable en la garganta. Ahora, Dios mío, ahora veo que ya no está. Ahora abro los ojos y realmente dejo de ver que está ahí. Ahora sí, de una vez por todas, me doy cuenta que se me escapó para siempre.
El interlocutor permanecía en silencio, camuflado con la escena. Mezclado con la desesperación que inundaba el aire. Él seguía con la vista muerta en un solo punto, ahora en completa tranquilidad. Exterior, al menos; lo tenso de su cuello y lo desorbitado de sus ojos indicaban que la procesión iba por dentro. La voz del interlocutor, lacerante, gélida, cortó el aire abruptamente:
-¿Y si de una vez por todas dejás que se vaya?
Inmutable, sus ojos se relajaron. Él únicamente giró la cabeza en dirección al interlocutor y, ahora con la desesperanza de un hombre sin futuro en su rostro, con las pupilas empapadas en nada, brillando desde lo más profundo de su franqueza, clavó la vista en los ojos del interlocutor y escupió la verdad.
-Sinceramente, no tengo idea de cómo hacerlo.
Friday, June 29, 2007
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1 comment:
Volvé a tener 18, y a hacerme tan feliz como mas de una vez lo hiciste, por favor.
Tus microcuentos me hacen pensar, siempre.
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