Las luces del cartel de neón gigante proyectaban sus sombras sobre la vereda. Se sentía el frío de la madrugada en las mejillas, desacordando con el calor del chocolate caliente, aún latiendo en sus manos. Seguía en silencio la vereda de la rambla, incluso cuando ellos pisaron con la voz la tranquilidad que otorga la noche.
Sentados en el cordón de rocas que marcaba el abismo de la playa, situaron la ciudad frente a sus ojos sin darle importancia a la charla. Ella hablaba, quizás, de la feria del centro y sus regalos baratos. O quizás no, difícil saberlo. Difícil incluso para él, que refugiando los brazos en el abrigo, perdía la noción del tiempo. Perdia la sensación de espacio y pensaba en sus ojos miel. Y ella, inocente, gesticulaba y expresaba vaya Dios a saber qué clase de nociones, algoritmos o pensamientos alejados. Podían ser algoritmos, podían ser perros. Para él, era sólo ella.
Se dio vuelta en un momento de silencio, en el cual el aire frío de mar lo despertó de un cachetazo. Frente a él, ahora, la costa infinita y el espejo de las estrellas. Las manos entre las rodillas, buscando calor, pero demostrando algo de vulnerabilidad. Anonadada ahora ella con el mismo espectáculo, algo perdida en el perfume de sal que traía el viento. Y de pronto era ella la que pasó a ser el espectáculo.
Delicada, con un tono perlado en las mejillas y la luna en los ojos... se perdía el contorno del rostro con el cielo azul profundo, índigo, a sus espaldas. Todos sus rasgos, toda ella en su totalidad, todo su ser se expandía y se volvía parte del paisaje... se hacía sal y mar. Se volvía cielo y estrella. Brillaba, y se distinguía entre las luces.
Él sonrió mirando hacia abajo. Se le acercó un poco, tras las luces del cartel de neón. La miró a los ojos. Ella también lo miró, y habló del mar. Entonces lo volvió a mirar, y ahí lo entendió. Retrocedió unos centímetros, lo alejó de sus intenciones. Lo reprobó con la mirada, y él seguía en sus ojos. Ella lo rechazó, ya conocían el cuento.
-Basta. Ya sabés que no... dale. Volvió a correrse unos centímetros.
Se puso de pie. Ella quiso abrazarlo, buscó aminorar el golpe. Él seguía mirando el mar.
-A ver, vení. Se colocó detrás de ella, y quedaron cara al cordón de rocas, al lado del abismo que los separaba de la playa. De cara al cielo.
Él copó la parada.
-Hagamos esto. Cerrá los ojos. Lógicamente, ella lo advirtió con la mirada. ¿Podés cerrar los ojos, por favor?, insistió.
Hecho. Los párpados saludaron y la cegaron del todo. Él la tomó por los hombros y apoyó la cabeza en su hombro derecho. Delicadamente, susurró en su oído.
-No digas nada. No pienses. No abras los ojos... solo sentí. Sentí el viento, el aire salado respirándote en la piel.. sentí las luces a través de los párpados, ardiendo en tus ojos... sentí a las estrellas brillar sobre tu cabeza, reflejándose sobre el mar. Sentí a la luna, y el calor que refleja del sol, escondido en mis manos... Imaginate de vuelta las luces de la costa, infinitas, como un cordón incadescente que nunca termina... -la abrazó por la espalda, desde la cintura- sentí de vuelta las hojas de los árboles bajo tus pies, como en la feria... sentí el sonido de la arena moviéndose hacia el mar... -la hizo girar, dejándola frente a sus ojos, estremecida- Sentime abrazándote en este momento, mirame a los ojos. Y si ahora me decís que no me querés besar, te juro que es la última vez que lo hago.
De vuelta, sólo sonaba el mar. Partículas subatómicas de cielo separaban sus labios. Ella no podía abrir los ojos, él no necesitaba hacerlo. Se abrazan fuerte, no se dejaban ir. El sabía porqué, pero ella no estaba segura.
-Ya... ya sé como es esto... ya me sentí así antes... ya sabés como termino, fue horrible.. es morir en vida. -tragó saliva- no quiero eso otra vez para mí.
Abrió los ojos. Por más que la quisiera, la entendió. Levantó la vista y se iluminó con el paisaje. La miró a los ojos, otra vez, y sabía qué decir.
-Decime la verdad... ¿Realmente te molestaría morir acá esta noche?
Thursday, November 09, 2006
Friday, September 29, 2006
Un Ángel Rosa
. La avenida y sus luces entraban por la ventanilla transparente. Tras en borde del vidrio levantado, un haz de luz recaía sobre sus mejillas perfectamente rosadas; su presencia, toda, creaba espejismos de perfección en el aire. Estaba bella, hermosa, brillante... las flores parecían extremarse desde sus yemas suaves y pálidas, mientras que el flequillo marcaba casi con vanidad el encuadre de sus ojos. Ojos castaños que, distraídos en flores comunes, mostraban una ternura infinita capáz de derretir un alma. Caían los mechones de cabello en silenciosa cascada sobre unos hombros de terciopelo que se sabían únicos. Ella, toda ella en su entereza y totalidad, emanaba un perfume inigualable que preferí adjudicar su sola presencia. La dulzura de su voz se confundía con una música dulce, perpetua; oídos sabios supieron callar palabras de más, que hubiesen opacado la nota de su voz.
. Un solo segundo de silencio me bastó para tomar consciencia de mi paisaje; ella, perfecta al menos por ese segundo, sacaba a relucir todo su ser bajo nada más que la luz de la calle. La delicadeza de esas manos entrelazadas que rodeaban el ramo transmitían la tranquilidad de mil despertares; nada de la sencillez del contorno brillante de sus labios, semi húmedos entre sus dientes, tendría un tinte más sensual. Sus ojos... de vuelta sus ojos, y otra vez esa ternura interminable, superior a cualquier sonrisa de bebé. Sus piernas bajo un jean ceñido que escondían la boca de las zapatillas negras, de lona, sencillas como la explicación de mi estupor ante semejante preciosura. No paraba de sonreír, y yo no paraba de sentirme bendito. El sonido de risa tímida e intermitente bailaba en el pabellón de mi oreja y sedaba mis oídos, dulce anestesia efímera.
. Un beso suave en la mejilla, y su ceño que se frunce junto a su nariz en una nueva sonrisa, más divertida ahora. Me mira a los ojos y abre la puerta del taxi. Mañana, otra vez, ella y sus brazos va a viajar hasta él, dejándome con el perfume brotando de mis ojos y el recuerdo de la luz contra sus ojos.
. Se baja y me saluda. Mi duda no vacila morir.
. -¿Mañana vas para allá, no?
. -Sí, mañana me toca. Nos vemos.
. Saludo con mi sonrisa de payaso triste y cierro la puerta. Cuando me aseguro que no sabe de mis ojos, mi cuerpo cae contra el asiento y mis manos envuelven mi cara, para liberar al malester de su encierro. Resoplo despacio, miro una vez más las rejas negras, y, con el alma cansada, indicno mi destino al chofer.
. -Olazábal y Bucarelli, jefe.
. Un solo segundo de silencio me bastó para tomar consciencia de mi paisaje; ella, perfecta al menos por ese segundo, sacaba a relucir todo su ser bajo nada más que la luz de la calle. La delicadeza de esas manos entrelazadas que rodeaban el ramo transmitían la tranquilidad de mil despertares; nada de la sencillez del contorno brillante de sus labios, semi húmedos entre sus dientes, tendría un tinte más sensual. Sus ojos... de vuelta sus ojos, y otra vez esa ternura interminable, superior a cualquier sonrisa de bebé. Sus piernas bajo un jean ceñido que escondían la boca de las zapatillas negras, de lona, sencillas como la explicación de mi estupor ante semejante preciosura. No paraba de sonreír, y yo no paraba de sentirme bendito. El sonido de risa tímida e intermitente bailaba en el pabellón de mi oreja y sedaba mis oídos, dulce anestesia efímera.
. Un beso suave en la mejilla, y su ceño que se frunce junto a su nariz en una nueva sonrisa, más divertida ahora. Me mira a los ojos y abre la puerta del taxi. Mañana, otra vez, ella y sus brazos va a viajar hasta él, dejándome con el perfume brotando de mis ojos y el recuerdo de la luz contra sus ojos.
. Se baja y me saluda. Mi duda no vacila morir.
. -¿Mañana vas para allá, no?
. -Sí, mañana me toca. Nos vemos.
. Saludo con mi sonrisa de payaso triste y cierro la puerta. Cuando me aseguro que no sabe de mis ojos, mi cuerpo cae contra el asiento y mis manos envuelven mi cara, para liberar al malester de su encierro. Resoplo despacio, miro una vez más las rejas negras, y, con el alma cansada, indicno mi destino al chofer.
. -Olazábal y Bucarelli, jefe.
Wednesday, September 06, 2006
Vírgen de emociones
Vive lejos de entre los vivos.
Su lugar está, lejos, alejado.
Lo besan desde kilométricas distancias,
no conoce el suave calor de la lujuria.
Dice haberlo sentido;
jura no reconocerlo de cerca.
Personas un sexo y otro
en pura comunion de manos,
resultan especies ajenas para él.
Sabe que tienen algo que ver;
pero le resulta complicado
verse en ellos.
Claro, qué pueden saber ellos de soledad.
Si su cuerpo está frío por la noche,
y en la mañana el único calor es el propio.
Si las cenas para uno,
sin luces de vela,
son costumbre.
Son parte de una rutina quizás
irrevocable.
Él siempre fue uno,
uno consigo y con nadie más.
Nunca se vio en otros ojos,
nunca lo vieron con con otros ojos.
Ha pasado tardes,
noches -qué importa
si el sabor es amargo en equilibrio-
repasando caídas y pensando milagros
Desayunando esperanzas,
y cenando rechazos.
Desprecios.
Patéticos intentos
de ser nada más que feliz.
Pero el amor le es esquivo,
se porta frio con él.
Le canta al oído mientras duerme
y lo niega cuando se ven.
Tiene sexo con palabras,
satisface sus necesidades.
Nadie más que él.
Lás imágenes más nítidas
así como las únicas
son todas las que conoce.
Si es que son como se las imagina.
Mutó en un asexuado,
perdió interés en lo que hace al ser.
Casi no tiene deseo carnal...
difícil desear lo que se ignora.
Tan necesario no puede ser,
si la sangre no le corre a donde sean las venas.
Si el sexo es juego de dos
y el es uno consigo,
y con nadie más.
Si sólo se sabe querido y
sólo puede querer a través de una pantalla.
Sólo "te quiero" a través de una pantalla;
el deseo, la lujuria, el amor y el desenfreno,
todos,
para él,
no son reales.
Quizás el amor ya no es lo que era.
Su lugar está, lejos, alejado.
Lo besan desde kilométricas distancias,
no conoce el suave calor de la lujuria.
Dice haberlo sentido;
jura no reconocerlo de cerca.
Personas un sexo y otro
en pura comunion de manos,
resultan especies ajenas para él.
Sabe que tienen algo que ver;
pero le resulta complicado
verse en ellos.
Claro, qué pueden saber ellos de soledad.
Si su cuerpo está frío por la noche,
y en la mañana el único calor es el propio.
Si las cenas para uno,
sin luces de vela,
son costumbre.
Son parte de una rutina quizás
irrevocable.
Él siempre fue uno,
uno consigo y con nadie más.
Nunca se vio en otros ojos,
nunca lo vieron con con otros ojos.
Ha pasado tardes,
noches -qué importa
si el sabor es amargo en equilibrio-
repasando caídas y pensando milagros
Desayunando esperanzas,
y cenando rechazos.
Desprecios.
Patéticos intentos
de ser nada más que feliz.
Pero el amor le es esquivo,
se porta frio con él.
Le canta al oído mientras duerme
y lo niega cuando se ven.
Tiene sexo con palabras,
satisface sus necesidades.
Nadie más que él.
Lás imágenes más nítidas
así como las únicas
son todas las que conoce.
Si es que son como se las imagina.
Mutó en un asexuado,
perdió interés en lo que hace al ser.
Casi no tiene deseo carnal...
difícil desear lo que se ignora.
Tan necesario no puede ser,
si la sangre no le corre a donde sean las venas.
Si el sexo es juego de dos
y el es uno consigo,
y con nadie más.
Si sólo se sabe querido y
sólo puede querer a través de una pantalla.
Sólo "te quiero" a través de una pantalla;
el deseo, la lujuria, el amor y el desenfreno,
todos,
para él,
no son reales.
Quizás el amor ya no es lo que era.
Tuesday, August 22, 2006
Do you remember love?
Un banco cualquiera en una plaza cualquiera. Dos personas, cualquieras, ocupaban la tarde mirando palomas comer y recuerdos cayendo de los árboles de otoño. Aunque se acercaba la primavera, y las hojas solían volver, coloridas, a las ramas que habían abandonado tiempo atrás. Analogías aparte, ella y él, cualquieras, no rompían el silencio. De hecho, era un silencio bastante cómodo; si hasta hablaban entre ellos. Al fin y al cabo, lo silencioso de ese diálogo era justamente el hecho que hablaban, pero no se decían nada. Y eso que había mucho.
Ella le dio un poco de pan para que le diera a las palomas. Él lo recogió de su palma y sus yemas la rozaron. Caían las hojas y su otoño olía a primavera. Presionó un poco más la mano, olvidándose de las migas; ella miró hacia abajo, pensando en las palomas. Ahora sí el silencio era tal, pero ya no hablaban, aunque habían empezado a decirse cosas.
Él amagó a soltar una palabra y reposó la mano en la de ella. Ella, a su vez, se distraía con un palomo y una paloma que jugaban con las hojas de los árboles. Tenía las manos frías, y las de el desprendían calor. Él sentía el corazón caliente, le latían las arterias de todo el cuerpo. Ella se mordió un labio y lo miró un instante. Él, sonrió. Sopló un par de hojas y se acercó a sus ojos; el silencio era cosa del pasado.
-Ven aquí... tengo memoria de tenerte aquí -señaló su pecho y le miró la boca- Aquí, acurrucada y tierna sobre mí... desvaneciéndote en mis brazos. -Le hizo lugar junto a él y la invitó recostársele-
Ella sonrió un poco, sólo un poco, y se quedó donde estaba. Lo miró como con ternura, pero con algo de rechazo. Queriendo, pero sin querer. Él volvió a su lugar y, con el ceño fruncido, siguió alimentando a las palomas. Algunas se acercaron a él y comieron; otras sólo lo miraron, como sabiendo lo que pasaba. Ella y su silencio inmutable, él y su puchero disimulado. Ella lo miró un segundo, y el la vió; ella corrió la mirada, asustada. Él insistió.
-¿Que no ves que si te llamo es por que te extrañé? -apoyado con las manos en el banco, ansioso, esperó una respuesta que no llegó-. Si me desmayo cuando respondés, no es nada grave, y es humano... -sonrió un poco y distendió los músculos de la cara-.
Una sonrisa mal disimulada asomó de los labios suaves y apenas pintados que ella intentaba esconder. Lo miró decidida a los ojos y se prestó a sentirse como Julieta en el balcón. Él miró las hojas en el suelo y ella lo imitó. Ya no podía callarse. Bah, nunca pudo.
Se puso serio. Le clavó la mirada y reposó las manos con las de ella. Ella, con la mirada perdida en él, estaba ida.
-Quiero olvidarte y, al contrario, tu recuerdo se hace carne en mí. -Una hoja cayó entre ellos, una paloma se posó en el banco y el cielo se nubló. Algo estaba pasando.-
Quedó boquiabierta. La sorpresa no era ni sonrisa ni lágrima; sólo sucedía. Sólo se expresaba bajo las nubes y sobre el banco de plaza. Un banco de plaza cualquiera. Los ojos delineados de castaño suave no se perdían de su mirada. Las manos le seguían frías en la de él, y de pronto tuvo frío. Nada de todo eso era inesperado para él; de hecho, se hubiera extrañado si no sucedía. Pero la verdad es una sola, y es inalterable. Sabía de su destino casi sellado, e intentó poner paños fríos al asunto, dejandose sonreír y enfrentandose a ella, y así mismo. Y a ellos mismos.
-No cierres el telón... -dudó un segundo; estaba harto de indirectas que morían a los pocos pasos de vida y decidió jugar todo a ganador-...Probemos otra vez.
Ella bajó la vista de vuelta y petrificó la mirada en el frío de los adoquines de la plaza. De pronto levantó viento seco y se llevó algunas de las hojas que los rodeaban. Todo alrededor de ellos estaba impecable; todo se veía perfectamente bien. Él no soportó el sonido solitario del viento.
-Yo sigo... -Ella y su frase lo cortaron en seco.
-Nunca nadie me había tratado como tú. -Dijo ella, mientras lo miraba, fijo, a los ojos; le estaba leyendo el alma, quizás. O quizás solo se buscaba. Sus ojos brillaban, emocionados, como nunca; o como siempre, quizás. Tomó sus manos con la fuerza de quien busca eternidad, mostrándose entera frente a él. Él, atónito, la contempló desde su cielo; nada, absolutamente nada, podría llegar a ser como eso. No hay infierno más intenso ni estrella mas inmensa; no hay imagen mas perpetua ni música más dulce.
Otra vez, el Viento susurró sobre el adoquín triste. Hojas de primavera -con la melancolía del otoño- se arremolinaron cerca de una hamaca. Una nube tapó al sol y un pájaro cantó en voz baja. Ella lo miró dulce, insinuante, inocente; él, con su sonrisa brillante; ella, en su sueño mejor, cerró el telón:
-Yo sigo extrañándote.
Ella le dio un poco de pan para que le diera a las palomas. Él lo recogió de su palma y sus yemas la rozaron. Caían las hojas y su otoño olía a primavera. Presionó un poco más la mano, olvidándose de las migas; ella miró hacia abajo, pensando en las palomas. Ahora sí el silencio era tal, pero ya no hablaban, aunque habían empezado a decirse cosas.
Él amagó a soltar una palabra y reposó la mano en la de ella. Ella, a su vez, se distraía con un palomo y una paloma que jugaban con las hojas de los árboles. Tenía las manos frías, y las de el desprendían calor. Él sentía el corazón caliente, le latían las arterias de todo el cuerpo. Ella se mordió un labio y lo miró un instante. Él, sonrió. Sopló un par de hojas y se acercó a sus ojos; el silencio era cosa del pasado.
-Ven aquí... tengo memoria de tenerte aquí -señaló su pecho y le miró la boca- Aquí, acurrucada y tierna sobre mí... desvaneciéndote en mis brazos. -Le hizo lugar junto a él y la invitó recostársele-
Ella sonrió un poco, sólo un poco, y se quedó donde estaba. Lo miró como con ternura, pero con algo de rechazo. Queriendo, pero sin querer. Él volvió a su lugar y, con el ceño fruncido, siguió alimentando a las palomas. Algunas se acercaron a él y comieron; otras sólo lo miraron, como sabiendo lo que pasaba. Ella y su silencio inmutable, él y su puchero disimulado. Ella lo miró un segundo, y el la vió; ella corrió la mirada, asustada. Él insistió.
-¿Que no ves que si te llamo es por que te extrañé? -apoyado con las manos en el banco, ansioso, esperó una respuesta que no llegó-. Si me desmayo cuando respondés, no es nada grave, y es humano... -sonrió un poco y distendió los músculos de la cara-.
Una sonrisa mal disimulada asomó de los labios suaves y apenas pintados que ella intentaba esconder. Lo miró decidida a los ojos y se prestó a sentirse como Julieta en el balcón. Él miró las hojas en el suelo y ella lo imitó. Ya no podía callarse. Bah, nunca pudo.
Se puso serio. Le clavó la mirada y reposó las manos con las de ella. Ella, con la mirada perdida en él, estaba ida.
-Quiero olvidarte y, al contrario, tu recuerdo se hace carne en mí. -Una hoja cayó entre ellos, una paloma se posó en el banco y el cielo se nubló. Algo estaba pasando.-
Quedó boquiabierta. La sorpresa no era ni sonrisa ni lágrima; sólo sucedía. Sólo se expresaba bajo las nubes y sobre el banco de plaza. Un banco de plaza cualquiera. Los ojos delineados de castaño suave no se perdían de su mirada. Las manos le seguían frías en la de él, y de pronto tuvo frío. Nada de todo eso era inesperado para él; de hecho, se hubiera extrañado si no sucedía. Pero la verdad es una sola, y es inalterable. Sabía de su destino casi sellado, e intentó poner paños fríos al asunto, dejandose sonreír y enfrentandose a ella, y así mismo. Y a ellos mismos.
-No cierres el telón... -dudó un segundo; estaba harto de indirectas que morían a los pocos pasos de vida y decidió jugar todo a ganador-...Probemos otra vez.
Ella bajó la vista de vuelta y petrificó la mirada en el frío de los adoquines de la plaza. De pronto levantó viento seco y se llevó algunas de las hojas que los rodeaban. Todo alrededor de ellos estaba impecable; todo se veía perfectamente bien. Él no soportó el sonido solitario del viento.
-Yo sigo... -Ella y su frase lo cortaron en seco.
-Nunca nadie me había tratado como tú. -Dijo ella, mientras lo miraba, fijo, a los ojos; le estaba leyendo el alma, quizás. O quizás solo se buscaba. Sus ojos brillaban, emocionados, como nunca; o como siempre, quizás. Tomó sus manos con la fuerza de quien busca eternidad, mostrándose entera frente a él. Él, atónito, la contempló desde su cielo; nada, absolutamente nada, podría llegar a ser como eso. No hay infierno más intenso ni estrella mas inmensa; no hay imagen mas perpetua ni música más dulce.
Otra vez, el Viento susurró sobre el adoquín triste. Hojas de primavera -con la melancolía del otoño- se arremolinaron cerca de una hamaca. Una nube tapó al sol y un pájaro cantó en voz baja. Ella lo miró dulce, insinuante, inocente; él, con su sonrisa brillante; ella, en su sueño mejor, cerró el telón:
-Yo sigo extrañándote.
Saturday, August 05, 2006
El hombre del sombrero
La mirada perdida ponía la situación en contexto. Sentado y prolijamente vestido un sobretodo largo negro e impecable, pantalones pinzados y la camisa cerrada desde el primer botón, todo a tono, se camuflaba en el paisaje frío y hasta desagradable del bar. De vez en cuando se buscaba en algún espejo de la barra, pero sólo veía su rostro. No dejaba el bollo de papel, que sucumbía entre la yema de sus dedos índice y pulgar y sufría la impotencia de quien sabe que la cosas no suceden hasta que suceden. El vaso estaba tan seco como su garganta, en contraste con los ojos. La gente pasaba delante de sus ojos como fantasmas, y los fantasmas lo herían como si de personas se trataran. Miró la hora una vez, dos, tres quizás. Quiso acomodar la mesa, temblorosa, y el vaso se precipitó a un suicido de baldosa. Por el rabillo del ojo, un hombre de sombrero rojo se le acercaba. Lo reconoció enseguida.
-¿Quién murió, jefe? -Arrimó el hombre-. Quizás lo conozca.
-O quizás no -respondió-. Lo dudo.
El aire empezó a tomar un olor particular.
-No sea prejuicioso. Creo que sabe que puedo ayudarlo, porque creo que me conoce. -Apestaba a certeza.
-La distancia entre lo que sabe usted y lo que pienso yo es lo que usted ignora. Así que va muerto.
Se sintió a disgusto con la omnipotencia. Apoyó los codos en la mesa y se colocó a escasos centímetros de él.
-No me desafíe. No sabe quién soy.
Lo enfrentó, todavía inmutable.
-Sé que frecuenta la Muerte, y que ella termina lamentándolo. Sé que de donde viene, en las habitaciones no se ve el sol. Sé que muchos lo buscan sin saber que lo ven todos los días. Y también sé que no puedo darle lo que va a pedirme; menos aún por lo que va a ofrecerme.
Como dejó claro con la mirada, al hombre del sombrero no le gusta la omnipotencia; menos aún cuando es acertada. Se acomodó la solapa del saco de un tirón y, con desprecio, se echó hacia atrás en la silla.
-Escuche. Todo puede ser suyo; yo puedo dárselo. Usted podría imponer las reglas del juego, hacer y deshacer a gusto. Escúcheme, y el Universo será su estrella.
Sonaba convincente. Poder es poco más de lo que dejaría a cualquier hombre en el fuego. Su inmutabilidad era directamente proporcional al chamuyo decoroso del tipo de sombrero. Éste, algo molesto, encaró con fervor.
-No se da cuenta. Está frente a la posibilidad del poder, de elegir siempre, de manejar los relojes; de ser el dueño del camino -Movía las manos ejemplificando su emoción-. Si me escucha, las mujeres serán moneda corriente para usted. Los hombres trabajarán en su honor y el límite será usted... ¿Entiende lo que digo? -El ojo le brilló y la sonrisa sucia se dibujo en su rostro, aterrante.
-Mire -dijo, por primera vez dándose vuelta y colocándose de frente al de sombrero- le digo que es imposible. Ahórrese saliva y váyase. Bastante infierno tengo ya con lo que me falta como para darle a usted lo que quiere. Tengo suficiente con no reconocer los ojos que deseo de los que sólo me miran.
Ante los ojos atónitos del hombre del sombrero, volvió a mirar el espejo en búsqueda de lo que no estaba.
El ojo ya no brillaba y las llamas ardian en sus pupilas.
-¿Sabés con quién hablás? ¿Tenés la más mínima idea de quién soy? ¿No sentís el azufre en el aire, no te arden los ojos al verme? ¿No ves que soy el rey de la Oscuridad, no te das cuenta que soy el que rige entre los caídos? -Se le pegó a la oreja, enfurecido- Me llevé a mil como vos por menos de lo que te pido... millones se fueron conmigo de la mano después de creerme incapaz -Subió la temperatura y las luces bajaban en el bar; temblaban vasos y almas-. Amores imposibles, fortunas espotáneas, poder infinito, triunfo constante... todo gracias a mí. -Más cerca- Puedo darte lo que quieras; tu alma es el único precio.
El viento cedió, las luz renació y el calor infernal cayó al invierno. El azufre teñía aún el aire.
-No entiende. Como le dije, ya sé quién es y que viene a pedirme. Pero le repito; usted no puede dármelo a cambio de mi alma. La necesito. Lo que murió en mí va a ser un cadáver irónico si se la lleva.
El hombre del sombrero lo miró, extrañado y con la mesura renovada. Lo miró aburrido y le preguntó.
-¿Me podés explicar qué es tan importante como para despreciar el infierno?
Le clavó la mirada, entrelazó los dedos con las palmas sobre la mesa y esbozó un dejo de melancolía.
-El romanticismo, hermano. El romanticismo en mí se murió.
-¿Quién murió, jefe? -Arrimó el hombre-. Quizás lo conozca.
-O quizás no -respondió-. Lo dudo.
El aire empezó a tomar un olor particular.
-No sea prejuicioso. Creo que sabe que puedo ayudarlo, porque creo que me conoce. -Apestaba a certeza.
-La distancia entre lo que sabe usted y lo que pienso yo es lo que usted ignora. Así que va muerto.
Se sintió a disgusto con la omnipotencia. Apoyó los codos en la mesa y se colocó a escasos centímetros de él.
-No me desafíe. No sabe quién soy.
Lo enfrentó, todavía inmutable.
-Sé que frecuenta la Muerte, y que ella termina lamentándolo. Sé que de donde viene, en las habitaciones no se ve el sol. Sé que muchos lo buscan sin saber que lo ven todos los días. Y también sé que no puedo darle lo que va a pedirme; menos aún por lo que va a ofrecerme.
Como dejó claro con la mirada, al hombre del sombrero no le gusta la omnipotencia; menos aún cuando es acertada. Se acomodó la solapa del saco de un tirón y, con desprecio, se echó hacia atrás en la silla.
-Escuche. Todo puede ser suyo; yo puedo dárselo. Usted podría imponer las reglas del juego, hacer y deshacer a gusto. Escúcheme, y el Universo será su estrella.
Sonaba convincente. Poder es poco más de lo que dejaría a cualquier hombre en el fuego. Su inmutabilidad era directamente proporcional al chamuyo decoroso del tipo de sombrero. Éste, algo molesto, encaró con fervor.
-No se da cuenta. Está frente a la posibilidad del poder, de elegir siempre, de manejar los relojes; de ser el dueño del camino -Movía las manos ejemplificando su emoción-. Si me escucha, las mujeres serán moneda corriente para usted. Los hombres trabajarán en su honor y el límite será usted... ¿Entiende lo que digo? -El ojo le brilló y la sonrisa sucia se dibujo en su rostro, aterrante.
-Mire -dijo, por primera vez dándose vuelta y colocándose de frente al de sombrero- le digo que es imposible. Ahórrese saliva y váyase. Bastante infierno tengo ya con lo que me falta como para darle a usted lo que quiere. Tengo suficiente con no reconocer los ojos que deseo de los que sólo me miran.
Ante los ojos atónitos del hombre del sombrero, volvió a mirar el espejo en búsqueda de lo que no estaba.
El ojo ya no brillaba y las llamas ardian en sus pupilas.
-¿Sabés con quién hablás? ¿Tenés la más mínima idea de quién soy? ¿No sentís el azufre en el aire, no te arden los ojos al verme? ¿No ves que soy el rey de la Oscuridad, no te das cuenta que soy el que rige entre los caídos? -Se le pegó a la oreja, enfurecido- Me llevé a mil como vos por menos de lo que te pido... millones se fueron conmigo de la mano después de creerme incapaz -Subió la temperatura y las luces bajaban en el bar; temblaban vasos y almas-. Amores imposibles, fortunas espotáneas, poder infinito, triunfo constante... todo gracias a mí. -Más cerca- Puedo darte lo que quieras; tu alma es el único precio.
El viento cedió, las luz renació y el calor infernal cayó al invierno. El azufre teñía aún el aire.
-No entiende. Como le dije, ya sé quién es y que viene a pedirme. Pero le repito; usted no puede dármelo a cambio de mi alma. La necesito. Lo que murió en mí va a ser un cadáver irónico si se la lleva.
El hombre del sombrero lo miró, extrañado y con la mesura renovada. Lo miró aburrido y le preguntó.
-¿Me podés explicar qué es tan importante como para despreciar el infierno?
Le clavó la mirada, entrelazó los dedos con las palmas sobre la mesa y esbozó un dejo de melancolía.
-El romanticismo, hermano. El romanticismo en mí se murió.
Sunday, July 30, 2006
¿Wish you were here?
-No me digas. -Repitió.
-¡Sí, en serio! -Contestó.
-Mirá vos, nunca me lo hubiera imaginado... -Pulmones cerrados.
-Y bueno... ¿Quién hubiera pensado esto también, no? -Carcajadas del alma.
-(¿Sonrisa?)Je, no yo, al menos... -Garganta seca.
-Y bueno, es la vida... puede salir mal o puede salir bien. Por suerte, salió bien... igual, si se entiende lo que se hace, es difícil que se falle -Ojos despreocupados.
-...sí, supongo que tenés razón. ¿Y así, tal cual? -Voz quebrada.
-Sip, como escuchaste. ¿Y vos...? -Mirada interrogante. Inocente, quizás. O quizás no.
-Yo me busqué en mil espejos y nada, che. Nada de nada. -Puchero.
-No te puedo creer... ¿En serio decís? -Expresión incrédula.
-(Mira)Sí, en serio... ¿Te parece que te voy a estar mintiendo? -Puños cerrados.
-No, bueno... qué se yo... no me imaginé... -Risa camuflada.
-Todo juega un rol.. te dije que no siempre es fácil. -Respiración agitada.
-¿Pero nada, nada, nada? O sea... Sí, te creo... pero me resulta muy raro -Insistencia peligrosa.
-(Mira otra vez)Te dije que nada. Hacía un frío impresionante. -Ojos entrecerrados.
-Bueno... otra vez será. ¿Te dejaste iluminar al menos? eso siempre ayuda -Puñales.
-Peor... era mucha luz, me encandiló. Encima no pude iluminarme. -Nudo en la garganta.
-Qué cosa... y bue, que se le va a hacer. Es otra cosa...-Mente en blanco.
-Espero. -Golpe a la ilusión.
-Je. No te preocupes. -Certeza...
-¿Es tocar el cielo con las manos...? -Nudo en el estómago.
(Se deja tropezar con una baldosa salida. Con las manos en los bolsillos, cae de bruces al suelo. -Intención.)
-(Levanta)¿Estás bien? -Ironía.
-(Lágrimas en caravana)Qué golpe, mierda... (Se agarra la rodilla) -Excusas.
(Se reincorpora y siguen caminando.)
-Jaja, el cielo con las manos... ¿Y eso sería algo bueno? -Insinuación infantil.
-Se supone que el cielo es algo bueno... entonces tocar cosas buenas debe ser también bueno, me imagino. -Absurdo.
-Bueno, depende cómo lo veas... para los vikingos, el cielo estaba reservado para los que morían en el campo de batalla. -Facilismo.
-Ah, que divertido lo tuyo... pero no creo que pertenezcas ni a los nórdicos ni a los vikingos. Cómo sabés, eh. -Sarcasmo frío.
-¿Ah, cuánto sé? Ahí iban los muertos en batalla, que cada mañana salían y combatían. Al anochecer, todos los miembros cercenados vuelven a su lugar, las heridas se cierran y los muertos reviven. -Preparen.
-Mirá vos... es... es increíble. -.
-Obvio... ¿Sabés lo que debe ser morir todos los días? -Apunten.
(Miró hacia arriba, miró de vuelta al hablante y caminó.)
-Sí. -Fuego.
-¡Sí, en serio! -Contestó.
-Mirá vos, nunca me lo hubiera imaginado... -Pulmones cerrados.
-Y bueno... ¿Quién hubiera pensado esto también, no? -Carcajadas del alma.
-(¿Sonrisa?)Je, no yo, al menos... -Garganta seca.
-Y bueno, es la vida... puede salir mal o puede salir bien. Por suerte, salió bien... igual, si se entiende lo que se hace, es difícil que se falle -Ojos despreocupados.
-...sí, supongo que tenés razón. ¿Y así, tal cual? -Voz quebrada.
-Sip, como escuchaste. ¿Y vos...? -Mirada interrogante. Inocente, quizás. O quizás no.
-Yo me busqué en mil espejos y nada, che. Nada de nada. -Puchero.
-No te puedo creer... ¿En serio decís? -Expresión incrédula.
-(Mira)Sí, en serio... ¿Te parece que te voy a estar mintiendo? -Puños cerrados.
-No, bueno... qué se yo... no me imaginé... -Risa camuflada.
-Todo juega un rol.. te dije que no siempre es fácil. -Respiración agitada.
-¿Pero nada, nada, nada? O sea... Sí, te creo... pero me resulta muy raro -Insistencia peligrosa.
-(Mira otra vez)Te dije que nada. Hacía un frío impresionante. -Ojos entrecerrados.
-Bueno... otra vez será. ¿Te dejaste iluminar al menos? eso siempre ayuda -Puñales.
-Peor... era mucha luz, me encandiló. Encima no pude iluminarme. -Nudo en la garganta.
-Qué cosa... y bue, que se le va a hacer. Es otra cosa...-Mente en blanco.
-Espero. -Golpe a la ilusión.
-Je. No te preocupes. -Certeza...
-¿Es tocar el cielo con las manos...? -Nudo en el estómago.
(Se deja tropezar con una baldosa salida. Con las manos en los bolsillos, cae de bruces al suelo. -Intención.)
-(Levanta)¿Estás bien? -Ironía.
-(Lágrimas en caravana)Qué golpe, mierda... (Se agarra la rodilla) -Excusas.
(Se reincorpora y siguen caminando.)
-Jaja, el cielo con las manos... ¿Y eso sería algo bueno? -Insinuación infantil.
-Se supone que el cielo es algo bueno... entonces tocar cosas buenas debe ser también bueno, me imagino. -Absurdo.
-Bueno, depende cómo lo veas... para los vikingos, el cielo estaba reservado para los que morían en el campo de batalla. -Facilismo.
-Ah, que divertido lo tuyo... pero no creo que pertenezcas ni a los nórdicos ni a los vikingos. Cómo sabés, eh. -Sarcasmo frío.
-¿Ah, cuánto sé? Ahí iban los muertos en batalla, que cada mañana salían y combatían. Al anochecer, todos los miembros cercenados vuelven a su lugar, las heridas se cierran y los muertos reviven. -Preparen.
-Mirá vos... es... es increíble. -.
-Obvio... ¿Sabés lo que debe ser morir todos los días? -Apunten.
(Miró hacia arriba, miró de vuelta al hablante y caminó.)
-Sí. -Fuego.
Saturday, July 22, 2006
Tres estrellas
Podría ser Neruda
y escribir los versos más tristes
esta noche. Podría mentir
y decir que no recuerdo que existe.
Podría, quizás, supirar que
me gusta cuando calla, pero
tendría que ahogar un grito;
ya su voz nunca romperá mi silencio.
Podría, también, sentarme a
recordarla, pensar que me quería.
Pensar que era un ángel, quizás,
o un demonio hecho ironía.
Su vergüenza era tímida y
sonreía en mis mañanas. Ella,
sólo ella, silbaba en mis oídos,
me acariciaba con estrellas.
Podría esperar que se esfumara.
Siempre hay tiempo para
las desgracias; días lograron
que la amara. Años toma ignorarla.
Si recordarla es mirarla
y saber que me quiso; si muerdo
mi boca y sangro sus besos,
si el llanto se mezcla en mi labios espesos,
entonces entiendo que la recuerdo.
Podría hallarla de vuelta en
calles de nuestros ayeres. Podría,
también, llorarla y cantarle a La Muerte.
Podría encontrarla y saber que no es mía.
Puedo volver a verla.
Decir que siento que quizás
deje de sentir; que se mueve mi
universo, y que nunca aprendí a mentir.
Pude esperar milagros, pude
derramar mis lágrimas. Pude respirar
hasta no sentir y llenarme de su alma.
Supe quererla, y ella supo escaparse.
Puedo mirar ahora y no puedo encontrarla.
Leonardo.
y escribir los versos más tristes
esta noche. Podría mentir
y decir que no recuerdo que existe.
Podría, quizás, supirar que
me gusta cuando calla, pero
tendría que ahogar un grito;
ya su voz nunca romperá mi silencio.
Podría, también, sentarme a
recordarla, pensar que me quería.
Pensar que era un ángel, quizás,
o un demonio hecho ironía.
Su vergüenza era tímida y
sonreía en mis mañanas. Ella,
sólo ella, silbaba en mis oídos,
me acariciaba con estrellas.
Podría esperar que se esfumara.
Siempre hay tiempo para
las desgracias; días lograron
que la amara. Años toma ignorarla.
Si recordarla es mirarla
y saber que me quiso; si muerdo
mi boca y sangro sus besos,
si el llanto se mezcla en mi labios espesos,
entonces entiendo que la recuerdo.
Podría hallarla de vuelta en
calles de nuestros ayeres. Podría,
también, llorarla y cantarle a La Muerte.
Podría encontrarla y saber que no es mía.
Puedo volver a verla.
Decir que siento que quizás
deje de sentir; que se mueve mi
universo, y que nunca aprendí a mentir.
Pude esperar milagros, pude
derramar mis lágrimas. Pude respirar
hasta no sentir y llenarme de su alma.
Supe quererla, y ella supo escaparse.
Puedo mirar ahora y no puedo encontrarla.
Leonardo.
Thursday, July 06, 2006
Una gran mentira
"[...]
Una lágrima cae, y te hace recordar
que hay un sol que siempre va a alumbrar.[...]"
La reemplazabilidad de las personas es directamente proporcional a la importancia de las mismas. Si ayer era la pieza fundamental de una esctructura (o, como comúnmente se suele escuchar, "sos mi todo", "sin vos no vivo", "no se que haría sin vos" y subjetividades por el estilo), es altamente probable que ante la máxima dificultad pase a ser no sólo la fundamental sino directamente la única, o también puede que pase a ser lo más irrelevante del planeta.
Es completamente impronosticable. La seguridad de uno mismo de ser lo que su reflejo muestra es justamente el error que lo traiciona; quizás no es lo que pensaba. O quizás si.
El recuerdo es siempre la marca que deja la herida de la persona reemplazada. Es, en cambio, un archivo viejo y guardado para quien reemplazó. Podemos decir que el significado del recuerdo es ambiguo.
Canciones que fueron himnos inmaculados hoy son sonatas patéticas, palabras de amor que perfumaron el aire lastiman los oídos. Cosas que sucedían dejaron de suceder.
Es tan fácil creerse las cosas que disfrazar la realidad es casi inevitable. Es, de alguna manera, reemplazar la verdad. Y quizás, en determinados momentos de inestabilidad, aferrarse a un recuerdo viejo más como a un archivo que como a una herida es una manera engañosa de volver a nadar en el mismo mar donde ya se había ahogado.
O quizás no.
"Una gran mentira repetida una y otra vez termina siendo una gran verdad."
-V. Lenin
Una lágrima cae, y te hace recordar
que hay un sol que siempre va a alumbrar.[...]"
La reemplazabilidad de las personas es directamente proporcional a la importancia de las mismas. Si ayer era la pieza fundamental de una esctructura (o, como comúnmente se suele escuchar, "sos mi todo", "sin vos no vivo", "no se que haría sin vos" y subjetividades por el estilo), es altamente probable que ante la máxima dificultad pase a ser no sólo la fundamental sino directamente la única, o también puede que pase a ser lo más irrelevante del planeta.
Es completamente impronosticable. La seguridad de uno mismo de ser lo que su reflejo muestra es justamente el error que lo traiciona; quizás no es lo que pensaba. O quizás si.
El recuerdo es siempre la marca que deja la herida de la persona reemplazada. Es, en cambio, un archivo viejo y guardado para quien reemplazó. Podemos decir que el significado del recuerdo es ambiguo.
Canciones que fueron himnos inmaculados hoy son sonatas patéticas, palabras de amor que perfumaron el aire lastiman los oídos. Cosas que sucedían dejaron de suceder.
Es tan fácil creerse las cosas que disfrazar la realidad es casi inevitable. Es, de alguna manera, reemplazar la verdad. Y quizás, en determinados momentos de inestabilidad, aferrarse a un recuerdo viejo más como a un archivo que como a una herida es una manera engañosa de volver a nadar en el mismo mar donde ya se había ahogado.
O quizás no.
"Una gran mentira repetida una y otra vez termina siendo una gran verdad."
-V. Lenin
Sunday, July 02, 2006
Espejismo
Esperaba algo. No sabía bien que, pero su caminar cansino y los ojos perdidos en las luces le daban a su presencia un aire de objetivo. Reflejaba los ojos en las las pupilas que pasaban y se vestía con los reflejos de las vidrieras, que hacían caso omiso tanto de sus dudas como de sus posibles desengaños. El aire seguía frío y ahora el rocío le dibujaba la cara de gotas. La cabeza iba rememorando para atrás una y otra vez, para saber qué hacía ahí. Cruzó Cabildo y se acercó a un local de ropa deportiva y perfume increíble -o quizás no-, dejando los viejos maniquíes y el desinterés de las vitrinas atrás. Los cordones de sus zapatillas -viejas, gastadas, algo rotas pero entrañables aún- derrapaban sobre la vereda desatados, algo sucios, un poco deshilachados, pero atando todavía. Era eso o alguna esperanza, no lo sé. De lo que sí estaba seguro era de estaban por el suelo.
Otra vez le lloraron desde arriba, y el escaso techo de una esquina fue suficiente para mantenerse menos mojado de lo que ya estaba. Parado por obligación, intentó encontrar lo que buscaba -si es que en realidad buscaba algo- entre las caras que pasaban. Entre las situaciones que veía nacer. O quizás, morir. Una mujer recogiendo un gatito, una nena sola con bolsas tan llenas de juguetes como la cara de pucheros, y algún que otro colectivo que seguía de largo. La lluvia era implacable con un posible ejecutivo -o quizás un padre de familia- que olvidó el paragüas bajo sábanas pagas. Un tormento que cesaba para dos pibes que se metían en un taxi. Empapaba las ilusiones de un vendedor ambulante que rápidamente tuvo que hacer de su arte un bollo y refugiarlo en una mochila, algo mojada también. Pero dentro de la misma escena, la lluvia pasaba ridículamente inadvertida para alguien -o quizás, álguienes-. Caía sobre un pibe de campera azul, azul muy profundo. De cabellos caídos y cuerpo inmutable. Caía sobre una chica de mente azabache y corazón rosa; de manos entrelazadas y buzo arremangado. O quizás no.
Resultó llamativa la vorágine de movimiento, apuro, horarios y colectivos que rodeaban esa imágen. Bastante irónica, si se permite. Algo trágica. Muy única. Se sacó los guantes, pesados ya por la humedad, y los guardó en el morral. Se secó las manos con la remera y las metió, cerradas, en los bolsillos tristes de la campera. Medio como que se acomodó contra la pared y se dispuso a ver; no podía perderse lo único que valió la pena encontrar. Ella apoyaba las manos cuasi cerradas sobre el pecho de él, con la cabeza gacha. Apoyaba sólo la punta de uno de los pies y lo movía en circulos, como hablándole. Una gota le cayó en un labio y se deslizó hacia el otro. El brillo de su boca distrajo al chico, que volvió súbitamente de su absorción y se quedó mirando esa gota. Ella le hablaba y le arreglaba el cuello de la camisa, al tiempo que se ponía nerviosa. De pronto, una mano se apoyó en una cintura y un pulgar alunizó en una mejilla, tan distraída como ruborizada. Como esperando. La tensión dejó lugar a los cuerpos y el aire entre ellos fue menos; la caricia fue abrazo y el pulgar, caricia. Y los dos fueron duda. La lluvia celosa, ignorada, repuntó sobre ellos y remojó su presencia. Seguían bajo el agua, estaban aún a la intemperie.
Un auto negro frenó de repente y él, desde su esquina, giró a ver por reflejo. Se distrajo un segundo; lo mismo que tarda en nacer una estrella. En medio de la calle una señora insultaba a un hombre que le devolvía la gentileza. Cuando volvió a ver a la pareja, ella abrazaba su cintura y él le besaba la cabeza. Sonreían ambos y la lluvia los había dejado en paz. Desbordaban tranquilidad; se perdió la tensión y el aire entre ellos de pronto los rodeaba; obviamente, se había perdido algo. Obviamente, lo único que quería ver fue lo que se perdió, lo cual era bastante lógico. Insultó al aire un par de veces y caminó un poco. Otra vez la lluvia lo dejó solo, mientras que la pareja pasaba a metros de él, quien disimulaba su tácito conocimiento de la escena. Se detuvieron a su lado, dado que la esquina en la que tan ingeniosamente se detuvo era una casa de arte. El aire llevó el perfume de ella, el cual lo ruborizó; quizás sintio envidia hacia el muchacho. Al pasar, no pudo dejar de escuchar un comentario suelto.
-Ése, ése me gusta; el de la nena.
-¿Cuál, la que está en lápiz o la de acrílico?
-No, la que llora sangre, esa; es precioso (a todo ésto, seguía escuchando como quien no entiende lo que pasa) ¿No te gusta?
-¡Si, pero a mí dame un Dos Be y te lo con sombras y todo! (rió ante la ocurrencia)
-Callate, nene. ¿Ves que no te puedo sacar a ningún lado?
Se rieron un rato y se alejaron a lo lejos. Sí, se alejaron a lo lejos; ellos estaban muy lejos de lo que él era. De donde él estaba. El referirse a la pareja como "ellos" y a su persona como "él" le causaba un escalofrío tan grande que prefirió olvidarse de sí mismo. Caminó un rato más, hasta pasar por donde lo esperaba un rojo carruaje compartido. Jugaba con el cierre de la campera, mordiéndolo, sosteniéndolo como si de su alma se tratara. Contaba monedas para callar el hambre y se reía de un chiste que nunca se había contado, cuando una voz se acordó de él. Buscó a quién declarársele culpable, y súbitamente las monedas visitaron el suelo. Ahí estaba ella, radiante, llena de lluvia. Con una mochila sospechosa y las manos vestidas de anillos. Lo miraba, sonriente, con los vidrios secos y con el pelo atado. Él no era más que un montón de monedas en el piso. Tragó saliva.
-¿Qué hacés acá?
Ella lo miró casi con ironía y siguió increíblemente sonriente.
-¿No que ibas a estar por aca vos...?
Estaba atónito. No entendía lo que sucedía, no había posibiliad entre la realidad y la actualidad.
-¿Eh...?¿Vos?¿Vos... viniste a buscarme?
-Estás en cualquiera, eh... como siempre (Sonrió otra vez; nada tenía sentido).
Entonces entendió. Él no salió a buscar nada en realidad; estaba esperando lo mismo hacía tiempo. Sólo Dios sabrá porqué estaba en esa esquina ese día, pero él sí sabía algo: ya no esperaba más nada.
Ella cortó el rocío, empapado de silencio.
-Igual yo me tengo que ir yendo ahora... ¡Se me hace tarde, nos vemos!.
(Pasa por al lado de él; él tarda un segundo en reaccionar. Lo mismo que tarda en morir una estrella.)
-Pero vas a volver, no?
(No contestó. Ella, su espalda y su paragüas iban alejándose hacia una esquina infinita. Él, quieto, inundó sus ojos de esa imagen. Seguía parado, al pie de sus monedas sucias, absorto en lo que sabía inevitable. Preguntó una vez mas.)
-No vas a volver... no?
Otra vez le lloraron desde arriba, y el escaso techo de una esquina fue suficiente para mantenerse menos mojado de lo que ya estaba. Parado por obligación, intentó encontrar lo que buscaba -si es que en realidad buscaba algo- entre las caras que pasaban. Entre las situaciones que veía nacer. O quizás, morir. Una mujer recogiendo un gatito, una nena sola con bolsas tan llenas de juguetes como la cara de pucheros, y algún que otro colectivo que seguía de largo. La lluvia era implacable con un posible ejecutivo -o quizás un padre de familia- que olvidó el paragüas bajo sábanas pagas. Un tormento que cesaba para dos pibes que se metían en un taxi. Empapaba las ilusiones de un vendedor ambulante que rápidamente tuvo que hacer de su arte un bollo y refugiarlo en una mochila, algo mojada también. Pero dentro de la misma escena, la lluvia pasaba ridículamente inadvertida para alguien -o quizás, álguienes-. Caía sobre un pibe de campera azul, azul muy profundo. De cabellos caídos y cuerpo inmutable. Caía sobre una chica de mente azabache y corazón rosa; de manos entrelazadas y buzo arremangado. O quizás no.
Resultó llamativa la vorágine de movimiento, apuro, horarios y colectivos que rodeaban esa imágen. Bastante irónica, si se permite. Algo trágica. Muy única. Se sacó los guantes, pesados ya por la humedad, y los guardó en el morral. Se secó las manos con la remera y las metió, cerradas, en los bolsillos tristes de la campera. Medio como que se acomodó contra la pared y se dispuso a ver; no podía perderse lo único que valió la pena encontrar. Ella apoyaba las manos cuasi cerradas sobre el pecho de él, con la cabeza gacha. Apoyaba sólo la punta de uno de los pies y lo movía en circulos, como hablándole. Una gota le cayó en un labio y se deslizó hacia el otro. El brillo de su boca distrajo al chico, que volvió súbitamente de su absorción y se quedó mirando esa gota. Ella le hablaba y le arreglaba el cuello de la camisa, al tiempo que se ponía nerviosa. De pronto, una mano se apoyó en una cintura y un pulgar alunizó en una mejilla, tan distraída como ruborizada. Como esperando. La tensión dejó lugar a los cuerpos y el aire entre ellos fue menos; la caricia fue abrazo y el pulgar, caricia. Y los dos fueron duda. La lluvia celosa, ignorada, repuntó sobre ellos y remojó su presencia. Seguían bajo el agua, estaban aún a la intemperie.
Un auto negro frenó de repente y él, desde su esquina, giró a ver por reflejo. Se distrajo un segundo; lo mismo que tarda en nacer una estrella. En medio de la calle una señora insultaba a un hombre que le devolvía la gentileza. Cuando volvió a ver a la pareja, ella abrazaba su cintura y él le besaba la cabeza. Sonreían ambos y la lluvia los había dejado en paz. Desbordaban tranquilidad; se perdió la tensión y el aire entre ellos de pronto los rodeaba; obviamente, se había perdido algo. Obviamente, lo único que quería ver fue lo que se perdió, lo cual era bastante lógico. Insultó al aire un par de veces y caminó un poco. Otra vez la lluvia lo dejó solo, mientras que la pareja pasaba a metros de él, quien disimulaba su tácito conocimiento de la escena. Se detuvieron a su lado, dado que la esquina en la que tan ingeniosamente se detuvo era una casa de arte. El aire llevó el perfume de ella, el cual lo ruborizó; quizás sintio envidia hacia el muchacho. Al pasar, no pudo dejar de escuchar un comentario suelto.
-Ése, ése me gusta; el de la nena.
-¿Cuál, la que está en lápiz o la de acrílico?
-No, la que llora sangre, esa; es precioso (a todo ésto, seguía escuchando como quien no entiende lo que pasa) ¿No te gusta?
-¡Si, pero a mí dame un Dos Be y te lo con sombras y todo! (rió ante la ocurrencia)
-Callate, nene. ¿Ves que no te puedo sacar a ningún lado?
Se rieron un rato y se alejaron a lo lejos. Sí, se alejaron a lo lejos; ellos estaban muy lejos de lo que él era. De donde él estaba. El referirse a la pareja como "ellos" y a su persona como "él" le causaba un escalofrío tan grande que prefirió olvidarse de sí mismo. Caminó un rato más, hasta pasar por donde lo esperaba un rojo carruaje compartido. Jugaba con el cierre de la campera, mordiéndolo, sosteniéndolo como si de su alma se tratara. Contaba monedas para callar el hambre y se reía de un chiste que nunca se había contado, cuando una voz se acordó de él. Buscó a quién declarársele culpable, y súbitamente las monedas visitaron el suelo. Ahí estaba ella, radiante, llena de lluvia. Con una mochila sospechosa y las manos vestidas de anillos. Lo miraba, sonriente, con los vidrios secos y con el pelo atado. Él no era más que un montón de monedas en el piso. Tragó saliva.
-¿Qué hacés acá?
Ella lo miró casi con ironía y siguió increíblemente sonriente.
-¿No que ibas a estar por aca vos...?
Estaba atónito. No entendía lo que sucedía, no había posibiliad entre la realidad y la actualidad.
-¿Eh...?¿Vos?¿Vos... viniste a buscarme?
-Estás en cualquiera, eh... como siempre (Sonrió otra vez; nada tenía sentido).
Entonces entendió. Él no salió a buscar nada en realidad; estaba esperando lo mismo hacía tiempo. Sólo Dios sabrá porqué estaba en esa esquina ese día, pero él sí sabía algo: ya no esperaba más nada.
Ella cortó el rocío, empapado de silencio.
-Igual yo me tengo que ir yendo ahora... ¡Se me hace tarde, nos vemos!.
(Pasa por al lado de él; él tarda un segundo en reaccionar. Lo mismo que tarda en morir una estrella.)
-Pero vas a volver, no?
(No contestó. Ella, su espalda y su paragüas iban alejándose hacia una esquina infinita. Él, quieto, inundó sus ojos de esa imagen. Seguía parado, al pie de sus monedas sucias, absorto en lo que sabía inevitable. Preguntó una vez mas.)
-No vas a volver... no?
Wednesday, June 28, 2006
Por si pensaba que me olvidé
"[...]Aun soy joven para entender lo que siento
Pero no para jurarle al mismísimo ángel negro
Que si rompe la distancia que ahora mismo nos separa
Volveré para adorarle, le daría hasta mi alma
Si trajera tu presencia [...]"
Abrí el sobre de recuerdos que cerré un 9 de agosto y que pense que no volvería a abrir. Lo primero que salió a mi encuentro fue estremecedor. El perfume dulce e increíblemente fresco aún, quizás de Cacharel, seguía aferrado a cada sobre, retazo de papel o llavero que encontré ahí. Mis manos temblaron un poco y siguieron buscando. Cosas que había olvidado completamene volvieron a mis ojos y otras, que quizás no se fueron nunca, se refrescaron en mi cabeza y en mis ojos. Cayó delante de mis manos el ítem mas significativo de todos, quizás; un llavero. Un llavero con alas, un llavero azul. Seguí sin pensar en lo que veía, porque quizás entonces no vería mas. O peor, no pensaría mas.
"[...]Y volaremos, en un globo que invente, solos
Tirame otra vez, que estoy volando en un globo, si caigo morire
[...]
Acuerdate de mi, por favor
Acuerdate de mi, por favor[...]"
Carteles, cartas, letras, palabras, llaveros, regalos, cd's, dibujos, corazones, estrellas, perfume, rosa. Rosa. Mi mente se pintó de rosa otra vez y el corazón se me durmió. Fotos aparecieron y recordé besos que nunca había visto. Lugares en los que estuvimos, personas que nos acompañaron, cosas que hicimos. Cosas que le hice y cosas que me hizo. La amistad inocente, la dolorosa indiferencia y el amor apasionado. Se me erizó la piel y me pregunté si le interasaba si yo tenía algo para decir.
"[...]
With every single letter, in every single word
There will be a hidden message about a boy that loves a girl
[...]
There is."
Las imágenes se sucedieron delante de mis ojos. Algunas eran conocidas, otras no sabía que habían sido inmortalizadas y todas eran increíbles. Nunca me ví tan feliz. Tenía una panza de almohada, un peinado ridículo, una remera amarilla, el pelo más corto, más largo. Y la cara feliz.
"[...] Y pensar que una vez me dijiste
Terminemos todo,
mi vida es un desastre y no te quiero en él [...]"
Una carta que me llevaba a un verano de rencor y recuerdo, un llanto de perdón y un beso con miedo que me enseñó a enfrentar mil besos más. La certeza de que algo me hizo ser el primero por siempre. Entiendo poco de lo que veo, mi memoria selectiva no me deja saborear momentos que no eran amargos. Elijo no acordarme de otras cosas pero me regocijo con lo que sí recuerdo; imágenes puntuales que sí habían quedado en mi cabeza y que esas fotos lograron definir aún mas. Cosas que agradezco no haber olvidado.
"[...]Porque a partir de hoy,
No es el mismo el corazón
[...]
Usted robó mi alma y no la trajo nunca más. [...]"
La banda que odiaba tanto que terminé escuchando todos los días, hasta hoy mismo. El tema que me estremeció al traducirlo. La canción que nos vio mirarnos entre ojos desapercibidos. La llamada que nos quiso unir con un solo glam de guitarra. Gente en común, gente que no conocí hasta entonces y gente que ahora tampoco está. La película que se hizo canción y promesa, en ese entonces, eterna. La última canción que nos vio juntos.
"Words can't say what love can do,
I'll be there for you"
Experimenté otra vez mil cosas que realmente valió la pena volver a oler, sentir, recordar, ver, observar, palpar y escuchar. Escuchar. Y una última imagen que, después de tanta batalla, contrasta tanto con la realidad que no encuentra cabida en mi cabeza: un abrazo con amor.
Por último, un cd con canciones compiladas que me regaló hace mucho tiempo y que suena sin parar desde hace media hora, alimentando tantas sensaciones como palabras haya escrito hasta ahora.
"Tu mama debe ser pastelera,
para hacer bombones como vos.
Sos un bombón. [...]"
Y, por supuesto, el sufrimiento de las tortugas al estar panza arriba.
Pero no para jurarle al mismísimo ángel negro
Que si rompe la distancia que ahora mismo nos separa
Volveré para adorarle, le daría hasta mi alma
Si trajera tu presencia [...]"
Abrí el sobre de recuerdos que cerré un 9 de agosto y que pense que no volvería a abrir. Lo primero que salió a mi encuentro fue estremecedor. El perfume dulce e increíblemente fresco aún, quizás de Cacharel, seguía aferrado a cada sobre, retazo de papel o llavero que encontré ahí. Mis manos temblaron un poco y siguieron buscando. Cosas que había olvidado completamene volvieron a mis ojos y otras, que quizás no se fueron nunca, se refrescaron en mi cabeza y en mis ojos. Cayó delante de mis manos el ítem mas significativo de todos, quizás; un llavero. Un llavero con alas, un llavero azul. Seguí sin pensar en lo que veía, porque quizás entonces no vería mas. O peor, no pensaría mas.
"[...]Y volaremos, en un globo que invente, solos
Tirame otra vez, que estoy volando en un globo, si caigo morire
[...]
Acuerdate de mi, por favor
Acuerdate de mi, por favor[...]"
Carteles, cartas, letras, palabras, llaveros, regalos, cd's, dibujos, corazones, estrellas, perfume, rosa. Rosa. Mi mente se pintó de rosa otra vez y el corazón se me durmió. Fotos aparecieron y recordé besos que nunca había visto. Lugares en los que estuvimos, personas que nos acompañaron, cosas que hicimos. Cosas que le hice y cosas que me hizo. La amistad inocente, la dolorosa indiferencia y el amor apasionado. Se me erizó la piel y me pregunté si le interasaba si yo tenía algo para decir.
"[...]
With every single letter, in every single word
There will be a hidden message about a boy that loves a girl
[...]
There is."
Las imágenes se sucedieron delante de mis ojos. Algunas eran conocidas, otras no sabía que habían sido inmortalizadas y todas eran increíbles. Nunca me ví tan feliz. Tenía una panza de almohada, un peinado ridículo, una remera amarilla, el pelo más corto, más largo. Y la cara feliz.
"[...] Y pensar que una vez me dijiste
Terminemos todo,
mi vida es un desastre y no te quiero en él [...]"
Una carta que me llevaba a un verano de rencor y recuerdo, un llanto de perdón y un beso con miedo que me enseñó a enfrentar mil besos más. La certeza de que algo me hizo ser el primero por siempre. Entiendo poco de lo que veo, mi memoria selectiva no me deja saborear momentos que no eran amargos. Elijo no acordarme de otras cosas pero me regocijo con lo que sí recuerdo; imágenes puntuales que sí habían quedado en mi cabeza y que esas fotos lograron definir aún mas. Cosas que agradezco no haber olvidado.
"[...]Porque a partir de hoy,
No es el mismo el corazón
[...]
Usted robó mi alma y no la trajo nunca más. [...]"
La banda que odiaba tanto que terminé escuchando todos los días, hasta hoy mismo. El tema que me estremeció al traducirlo. La canción que nos vio mirarnos entre ojos desapercibidos. La llamada que nos quiso unir con un solo glam de guitarra. Gente en común, gente que no conocí hasta entonces y gente que ahora tampoco está. La película que se hizo canción y promesa, en ese entonces, eterna. La última canción que nos vio juntos.
"Words can't say what love can do,
I'll be there for you"
Experimenté otra vez mil cosas que realmente valió la pena volver a oler, sentir, recordar, ver, observar, palpar y escuchar. Escuchar. Y una última imagen que, después de tanta batalla, contrasta tanto con la realidad que no encuentra cabida en mi cabeza: un abrazo con amor.
Por último, un cd con canciones compiladas que me regaló hace mucho tiempo y que suena sin parar desde hace media hora, alimentando tantas sensaciones como palabras haya escrito hasta ahora.
"Tu mama debe ser pastelera,
para hacer bombones como vos.
Sos un bombón. [...]"
Y, por supuesto, el sufrimiento de las tortugas al estar panza arriba.
Friday, June 23, 2006
El lado oscuro del equilibrio
"And just when we're about to do something that we know it's gonna make our karma give us a pain in the ass, we decide to let things flow...
and we do it anyway."
El concepto básico del karma es sencillo: good things happen to do good people. O sea: cosas buenas le pasan a la gente buena. Aunque lo que nos gusta -o al menos a mí- llamar "mala suerte" toca a todos y cada uno, es el karma quien se encarga de "igualar el marcador". También sabemos que no siempre lo que va vuelve, y que más de una vez no nos volvió lo que debía. Para bien o para mal.
Queda en la cabeza de cada uno la intencionalidad de los actos. Porque sabiendo del modus operandi del karma, uno puede pensarse ingenioso al caer en el facilismo de dar para recibir. Actuar para luego estirar la mano con la palma hacia arriba esperando la recompensa. Bien, poco digno, se puede decir. Pero nadie lanza la piedra, asi que no se puede apuntar con el dedo a ninguno. O a ninguna. O a ningunos.
Lo llamativo es más allá que no todos llevan a cabo acciones de índole bienhechora por interés propio, me arriesgo a asegurar que el cien por ciento de la raza humana levanta voces al destino cuando este no cumple con el ideal. ¿Qué significa esto? que la intencionalidad no esta relacionada con el resultado. Posee un carácter hasta desvergonzado que siempre se pretenda una reacción noble para una acción que no lo es ni por asomo. Pero no nos gusta que las cosas salgan mal. No nos gusta que nos pasen cosas malas.
Obviamente, todo este análisis tiene sentido siempre y cuando exista la creencia -básica y fundamental en este caso- del accionar del karma; las cosas le suceden a la gente que cree en ellas. Ahora, si el karma estableces equilibrios ¿por qué aún existe gente que se agarra la cabeza e inunda los ojos de deseperación a la voz de "por qué a mí?"? ¿no es acaso el karma la fuerza que evita que nos pasen cosas malas?
Al escribir esto, respiré hondo y mis manos se paralizaron sobre el teclado. Un par de segundos antes pensé en lo que había escrito y me hice a mí mismo esa pregunta. Por qué me pasarán cosas malas, si yo creo en el karma. Entonces releí a la primer línea del texto y recalé en mi error. Y me asusté.
No es el objeto ni a finalidad del karma el evitar las cosas malas. Es como culpar a Dios por el hambre en el mundo. Equilibrio. Ése es el fin original, su verdadero aporte a la existencia. Uno tiende a -erróneamente- vincular esa presencia del equilibrio con algo benigno. Bueno, no.
Equilibrar es sumar o restar de un lado de la simetría para que ésta sea tal: simétrica. Entonces, si las cosas buenas le pasan a la gente buena, podemos decir que las cosas malas le pasan a la gente mala. O sea, que lo que nos sucede nos describe de punta en blanco. Si uno insulta al cielo por lo indeseable de su presente, posiblemente nos esté hablando de la vez que se hizo el dormido para que la vieja viajara parada o de cuando se fue en silencio de un supermercado con un vuelto -a favor, claro está- mal calculado.
Sólo que, al ser una fuerza tan incierta como la misma posibilidad de su existencia, sus tiempos de aplicación también nos son desconocidos. Así que es posible que nuestra miseria sea miseria todavía sólo porque aún no maduró el tiempo-karma. O peor: quizás -o, quizás, no- terribles designios e infortunios estén por asomar cuando llegue la hora. Es posible también que el deseo de desafiar al karma sea más fuerte que el miedo mismo a su respuesta, y que el karma deje que suceda sólo para que después uno se pregunte por qué pasan las cosas.
Creo que es hora de tentar a la suerte. Si las cosas van a salir mal, al menos quiero estar seguro que es mi culpa.
También es posible que sencillamente nada de todo esto sea otra cosa que una inexplicable conjunción de palabras que tienen un sentido gramatical al menos aparente. Es posible que nada de esto sea cierto, que el karma sea un cuento para asustar a los nenes asiáticos y que, como diría una conocida y quizás querida -o quizás no- amiga mía, puede que todo lo dicho anteriormente sean meras apreciaciones subjetivas. O sea, opiniones mías.
O, quizás, no soy tan bueno como pensaba.
and we do it anyway."
El concepto básico del karma es sencillo: good things happen to do good people. O sea: cosas buenas le pasan a la gente buena. Aunque lo que nos gusta -o al menos a mí- llamar "mala suerte" toca a todos y cada uno, es el karma quien se encarga de "igualar el marcador". También sabemos que no siempre lo que va vuelve, y que más de una vez no nos volvió lo que debía. Para bien o para mal.
Queda en la cabeza de cada uno la intencionalidad de los actos. Porque sabiendo del modus operandi del karma, uno puede pensarse ingenioso al caer en el facilismo de dar para recibir. Actuar para luego estirar la mano con la palma hacia arriba esperando la recompensa. Bien, poco digno, se puede decir. Pero nadie lanza la piedra, asi que no se puede apuntar con el dedo a ninguno. O a ninguna. O a ningunos.
Lo llamativo es más allá que no todos llevan a cabo acciones de índole bienhechora por interés propio, me arriesgo a asegurar que el cien por ciento de la raza humana levanta voces al destino cuando este no cumple con el ideal. ¿Qué significa esto? que la intencionalidad no esta relacionada con el resultado. Posee un carácter hasta desvergonzado que siempre se pretenda una reacción noble para una acción que no lo es ni por asomo. Pero no nos gusta que las cosas salgan mal. No nos gusta que nos pasen cosas malas.
Obviamente, todo este análisis tiene sentido siempre y cuando exista la creencia -básica y fundamental en este caso- del accionar del karma; las cosas le suceden a la gente que cree en ellas. Ahora, si el karma estableces equilibrios ¿por qué aún existe gente que se agarra la cabeza e inunda los ojos de deseperación a la voz de "por qué a mí?"? ¿no es acaso el karma la fuerza que evita que nos pasen cosas malas?
Al escribir esto, respiré hondo y mis manos se paralizaron sobre el teclado. Un par de segundos antes pensé en lo que había escrito y me hice a mí mismo esa pregunta. Por qué me pasarán cosas malas, si yo creo en el karma. Entonces releí a la primer línea del texto y recalé en mi error. Y me asusté.
No es el objeto ni a finalidad del karma el evitar las cosas malas. Es como culpar a Dios por el hambre en el mundo. Equilibrio. Ése es el fin original, su verdadero aporte a la existencia. Uno tiende a -erróneamente- vincular esa presencia del equilibrio con algo benigno. Bueno, no.
Equilibrar es sumar o restar de un lado de la simetría para que ésta sea tal: simétrica. Entonces, si las cosas buenas le pasan a la gente buena, podemos decir que las cosas malas le pasan a la gente mala. O sea, que lo que nos sucede nos describe de punta en blanco. Si uno insulta al cielo por lo indeseable de su presente, posiblemente nos esté hablando de la vez que se hizo el dormido para que la vieja viajara parada o de cuando se fue en silencio de un supermercado con un vuelto -a favor, claro está- mal calculado.
Sólo que, al ser una fuerza tan incierta como la misma posibilidad de su existencia, sus tiempos de aplicación también nos son desconocidos. Así que es posible que nuestra miseria sea miseria todavía sólo porque aún no maduró el tiempo-karma. O peor: quizás -o, quizás, no- terribles designios e infortunios estén por asomar cuando llegue la hora. Es posible también que el deseo de desafiar al karma sea más fuerte que el miedo mismo a su respuesta, y que el karma deje que suceda sólo para que después uno se pregunte por qué pasan las cosas.
Creo que es hora de tentar a la suerte. Si las cosas van a salir mal, al menos quiero estar seguro que es mi culpa.
También es posible que sencillamente nada de todo esto sea otra cosa que una inexplicable conjunción de palabras que tienen un sentido gramatical al menos aparente. Es posible que nada de esto sea cierto, que el karma sea un cuento para asustar a los nenes asiáticos y que, como diría una conocida y quizás querida -o quizás no- amiga mía, puede que todo lo dicho anteriormente sean meras apreciaciones subjetivas. O sea, opiniones mías.
O, quizás, no soy tan bueno como pensaba.
Tuesday, June 06, 2006
una confesion de mierda
Si, oooootra vez mas lo mismo.
Y?
A mi tampoco me causa gracia. Para nada. Pero caigo que todo lo que digo, lo que doy a entender, lo que publico y hasta lo que yo mismo me creo es mentira. Es TODO mentira. No le tengo bronca, no le tengo odio, sí la extraño a veces, sí quisiera hablarle a veces, quizas todavia la quiero, seguramene me quedaria parado con un sonrisa de enfermo en la cara si apareciera de vuelta, sí me gustaba como era, sí la quería asi, sí haria de vuelta todo el sacrificio, sí me gustaria tenerla en el msn, en el fotolog, sí me meto en su fotolog, es mentira que fue lo peor que me paso y en realidad no siento ni la mitad de las cosas que digo cuando la defenestro en publico. Porque si, adelante de los demas me la doy de superado y digo boludeces y la puteo y la hgo quedar como el orto. Sí tengo la cobardia suficiente para hacer todo eso y encima pensar que esta bien. Y darmela de macho herido y mandarme la parte. Y llegar a mi casa y darme la cabeza contra la pared autoconvenciendome de que en realidad no lo estoy haciendo. Sí me quiero matar cuando veo que tanto mas linda esta ahora. Sí hago reir a todos dando descripcion vergonzosas de como era ella mental y fisicamente. Si, soy un cobarde. Un tipo que esta idiota como hasta para cagarse en su propio pasado. Como hayan salido las cosas o no o si tuve suerte o no para mi tiene importancia, pero es cosa vieja que no sirve de excusa para nada. Tengo el resentimiento encima de no haber superado nada y que ella haya seguido de lo mas bien. Mentira, mentira que me alegro por ella o por nadie. Me cago en todos y en todo. Yo no lo supere, no me lo banque y no me dan las pelotas para nada, ni siquiera para tener la hombria de callarme e intentar que quede atras. Siempre todo escribi y publique aca esperando que le llegara de alguna manera, sea como fuera, aca, en el fotolog y donde fuera. Escribi cosas e hice imagenes haciendome el boludo esperando que alguien se lo dijera o lo leyera ella. Si, es asi. Soy asi. Asi de corrupto quede. Me doy verguenza a mi tambien, pero me importa un carajo.
Todavia me causa todas esas cosas.
Nadie va a leer esto, y el que lo lea no lo va a enteder o no le va a importar, porque es algo que ya hace tiempo termino, no tiene mas vuelta q darle y harto a todos, incluida ella. Yo tambien me quise hacer el que ya fue, pero es mentira, no fue un carajo para mi. A mi no se me fue todavia, asi que va seguir apareciendo hasta que se me vaya o pase algo. Nadie entra aca nunca, salvo dos o tres personas de vez en cuando a las q esto les va a causar desidia y lo van a largar ni bien se den cuenta lo q es, porque estan hartos tambien de este pelotudo rompiendo los huevos con lo mismo OTRA VEZ. La verdad es esta y es inalterable, por mas que rompa las pelotas. Porque encima quizas a mi no me rompe tanto las pelotas, de pelotudo utopico que soy que no se quiere dar cuenta que ya fue y que la mina esta en la suya y no va a volver. Y esa frase fue solamente para dar lastima.
Y?
A mi tampoco me causa gracia. Para nada. Pero caigo que todo lo que digo, lo que doy a entender, lo que publico y hasta lo que yo mismo me creo es mentira. Es TODO mentira. No le tengo bronca, no le tengo odio, sí la extraño a veces, sí quisiera hablarle a veces, quizas todavia la quiero, seguramene me quedaria parado con un sonrisa de enfermo en la cara si apareciera de vuelta, sí me gustaba como era, sí la quería asi, sí haria de vuelta todo el sacrificio, sí me gustaria tenerla en el msn, en el fotolog, sí me meto en su fotolog, es mentira que fue lo peor que me paso y en realidad no siento ni la mitad de las cosas que digo cuando la defenestro en publico. Porque si, adelante de los demas me la doy de superado y digo boludeces y la puteo y la hgo quedar como el orto. Sí tengo la cobardia suficiente para hacer todo eso y encima pensar que esta bien. Y darmela de macho herido y mandarme la parte. Y llegar a mi casa y darme la cabeza contra la pared autoconvenciendome de que en realidad no lo estoy haciendo. Sí me quiero matar cuando veo que tanto mas linda esta ahora. Sí hago reir a todos dando descripcion vergonzosas de como era ella mental y fisicamente. Si, soy un cobarde. Un tipo que esta idiota como hasta para cagarse en su propio pasado. Como hayan salido las cosas o no o si tuve suerte o no para mi tiene importancia, pero es cosa vieja que no sirve de excusa para nada. Tengo el resentimiento encima de no haber superado nada y que ella haya seguido de lo mas bien. Mentira, mentira que me alegro por ella o por nadie. Me cago en todos y en todo. Yo no lo supere, no me lo banque y no me dan las pelotas para nada, ni siquiera para tener la hombria de callarme e intentar que quede atras. Siempre todo escribi y publique aca esperando que le llegara de alguna manera, sea como fuera, aca, en el fotolog y donde fuera. Escribi cosas e hice imagenes haciendome el boludo esperando que alguien se lo dijera o lo leyera ella. Si, es asi. Soy asi. Asi de corrupto quede. Me doy verguenza a mi tambien, pero me importa un carajo.
Todavia me causa todas esas cosas.
Nadie va a leer esto, y el que lo lea no lo va a enteder o no le va a importar, porque es algo que ya hace tiempo termino, no tiene mas vuelta q darle y harto a todos, incluida ella. Yo tambien me quise hacer el que ya fue, pero es mentira, no fue un carajo para mi. A mi no se me fue todavia, asi que va seguir apareciendo hasta que se me vaya o pase algo. Nadie entra aca nunca, salvo dos o tres personas de vez en cuando a las q esto les va a causar desidia y lo van a largar ni bien se den cuenta lo q es, porque estan hartos tambien de este pelotudo rompiendo los huevos con lo mismo OTRA VEZ. La verdad es esta y es inalterable, por mas que rompa las pelotas. Porque encima quizas a mi no me rompe tanto las pelotas, de pelotudo utopico que soy que no se quiere dar cuenta que ya fue y que la mina esta en la suya y no va a volver. Y esa frase fue solamente para dar lastima.
Monday, May 22, 2006
El virus del miedo
Parece que las endorfinas deciden cuándo sintetizarse. El miedo es un virus asesino que vino para quedarse, que no quiere irse. Y que quizá se quede. Que quizá cree un mecanismo autodestructivo, y quizá me convenza que es mejor no perder. No arriesgarse es garantía de mantener virgen la derrota.
Pero las oportunidades suelen presentarse. Eso es innegable. Como tambien lo es el hecho de que la oportunidad es solo el 50 por ciento del exito. La oportunidad es solo potencialidad si no se la utiliza como se debe. Y tambien trae consigo la posibilidad de perder, lo que dibuja una bifurcacion: ¿Vale la pena arriesgarse con la potencialidad de una oportunidad cuando podria quedarse uno sentado y tranquilo, tapando el sol con un dedo?
El hecho de verse irresoluto frente a una situacion que normalmente es no solo cotidiana sino que necesaria y agradable y que desafia al caracter y lo forja solo trae dudas q incertezas que amenazan el sano desenvolvimiento ante las mismas. Un hombre que debiera ser ya un lobo hambriento frente a una potencial -o quizá no tanto- carnada pasa a ser una oveja esquilada y muerta de frio. El fracaso, que depende el caracter puede actuar como incentivo o inhibidor, se hace, sin lugar a dudas, presente en la situación. Y entonces, muchos muros caen.
La simplicidad de esconderse -con orgullo, encima- detrás de una supuesta falta de oportunidades es demasiado deliciosa para ser ignorada como excusa. Es fácil delirar sobre supuestos cuando no se conoce la reacción propia frente a una situación. Uno no sabe si se resistira al canto de las sirenas si nunca las ha escuchado. El tipo se supone fuerte, genial, encantador y dominante. Ganador, gallardo, semental. Al menos, hasta que la teoría de transforma en practica. Entonces, muchos muros caen.
Ahi reaparece la cuestión; no es tan agradable la crudeza de la realidad como la tranquilidad de la potencia. Entonces es cuando el tipo empieza a autodevorarse, a disminuir la figura de si mismo. Conoce ahora el amargo sabor de la derrota y siente latir una herida nueva. Desconocida. Ahi descubre que cada oportunidad acarrea consigo el exito y la caida. Pero, como ya sabemos, eso es solo la mitad. El caracter que complementa es quien da indole a esa oportunidad. Quien la transforma en exito o la arruina en derrota. Quizás, entonces, él prefiera dejar pasar las oportunidades. Quizás hasta se sabotee a sí mismo y a su realidad. Quizás prefiera ignorar ese elefante rojo brillante que está en la misma habitación que él.
Por que se conoce a si mismo. Por que quizás no tiene el carácter para hacer de la oportunidad un éxito.
Porque quizás es más fácil no perder.
Pero las oportunidades suelen presentarse. Eso es innegable. Como tambien lo es el hecho de que la oportunidad es solo el 50 por ciento del exito. La oportunidad es solo potencialidad si no se la utiliza como se debe. Y tambien trae consigo la posibilidad de perder, lo que dibuja una bifurcacion: ¿Vale la pena arriesgarse con la potencialidad de una oportunidad cuando podria quedarse uno sentado y tranquilo, tapando el sol con un dedo?
El hecho de verse irresoluto frente a una situacion que normalmente es no solo cotidiana sino que necesaria y agradable y que desafia al caracter y lo forja solo trae dudas q incertezas que amenazan el sano desenvolvimiento ante las mismas. Un hombre que debiera ser ya un lobo hambriento frente a una potencial -o quizá no tanto- carnada pasa a ser una oveja esquilada y muerta de frio. El fracaso, que depende el caracter puede actuar como incentivo o inhibidor, se hace, sin lugar a dudas, presente en la situación. Y entonces, muchos muros caen.
La simplicidad de esconderse -con orgullo, encima- detrás de una supuesta falta de oportunidades es demasiado deliciosa para ser ignorada como excusa. Es fácil delirar sobre supuestos cuando no se conoce la reacción propia frente a una situación. Uno no sabe si se resistira al canto de las sirenas si nunca las ha escuchado. El tipo se supone fuerte, genial, encantador y dominante. Ganador, gallardo, semental. Al menos, hasta que la teoría de transforma en practica. Entonces, muchos muros caen.
Ahi reaparece la cuestión; no es tan agradable la crudeza de la realidad como la tranquilidad de la potencia. Entonces es cuando el tipo empieza a autodevorarse, a disminuir la figura de si mismo. Conoce ahora el amargo sabor de la derrota y siente latir una herida nueva. Desconocida. Ahi descubre que cada oportunidad acarrea consigo el exito y la caida. Pero, como ya sabemos, eso es solo la mitad. El caracter que complementa es quien da indole a esa oportunidad. Quien la transforma en exito o la arruina en derrota. Quizás, entonces, él prefiera dejar pasar las oportunidades. Quizás hasta se sabotee a sí mismo y a su realidad. Quizás prefiera ignorar ese elefante rojo brillante que está en la misma habitación que él.
Por que se conoce a si mismo. Por que quizás no tiene el carácter para hacer de la oportunidad un éxito.
Porque quizás es más fácil no perder.
Thursday, May 04, 2006
Marshall
Hace casi dos horas que ya no esta. Un error, siempre humano, se lo llevo. Solamente quedo quietito, duro, en una cajita. Inmovil. Con los ojitos abiertos y las patitas dobladas. Estuvo todo el dia asi, en la cajita, recostado. Hipotermico, hipotenso, deshidratado. Sin poder moverse casi nada, flojito, hinchado. Estupido, completamente intoxicado por una anestesia mal aplicada. Maullando apenitas, con los reflejos al minimo, muriendose muy de a poquito. Tan de a poquito que ni el se daba cuenta. Amago con mejorar, subio apenitas la temperatura y mama, mi hermana, mi abuela y yo lo estabamos cuidando. Dandole agua con una jeringa infima. Estaba tan debil... y eso que a mama se le ocurrio volver del trabajo, sino se moria solito y sin que ninguno supiera lo que pasaba. Todos pensando que solo estaba confunido por esta puta, reputisima anestesia. Mama lo recogio hace casi tres años -eran tres el mes que viene- de la calle, chiquitito y con menos de quince dias. Venia corriendo, tiritando de frio y desnutrido. Mama lo llevo a la veterinaria, lo hizo desparasitar y se quedo con nosotros. Hasta tuvo hijos, seis si no me equivoco, que fueron regalados a distintas personas ya que en casa ya eramos, con el, cuatro. Despues vino uno mas. Adelgazo mucho mientras estuvimos de vacaciones, cuando se quedo solo el con los otros dos gatos. Caminaba siempre por la baranda del balcon de casa, como si nada. Se asustaba mas mi hermana que el. Se sentaba arriba de la ropa, de los papeles, en la mesa... mama lo puteo mil veces. Mi hermana lo adoraba, lo queria mas que a ella misma. Era bueno como el solo, el mas buenito de los tres. Algo torpe, con ojos grandes, expresivos y preciosos. Maullaba raro, pegaba una especie de grito fuerte en vez de decir "miau". Siempre me miraba fijo cada vez que salia de la cocina, como diciendome algo que jamas llegue a entender; quiza solo queria que lo acariciara. Pero se escapaba a veces, asi que creo que no lo voy a saber nunca. Se volvia loco cuando ponia leche en vez de agua en el platito, razon por la que mama me cago a pedos mas de una vez. Pero a el le gustaba, y no tomaba mucho. Era muy buenito. Muchisimo.
Un pequeño problemita urinario se transformo en una veterinaria y una droga mal recetada y una anestesia mal aplicada me lo sacaron a mi, a mi mama, a mi hermana y a mi abuela de las manos. Marshall, de 2 años y 11 meses se fue despues de delirios, convulsiones y horas de de una muerte silenciosa y lenta -pero, creo gracias a Dios, que indolora- nos fue fue arrancado de las manos un jueves 4 de abril de 2006, a las 23.35 horas por alguien que nos habia dicho que, para esa hora, tenia que estar mejor que nunca.
Gracias Dios por haberlo puesto en nuestro hogar y nuestro camino. Cuidalo, cuidalo muchisimo y tenelo siempre cerca tuyo para que algun dia, espero que dentro de muchisimo tiempo, podamos volver a acariciarlo antes de dormir.
Leo,
Martes 5 de mayo de 2006, comenzado a la 01.32 am y finalizado a las 02.34 am.
Por favor, si alguien lo lee, que sepa tomar el debido respeto que esto merece y que suplico. Si alguien se siente ofendido o molesto por cualquier cosa aqui expresa, por favor guarde su opinion.
Muchas gracias a todos.
Wednesday, April 26, 2006
El último bemol
El hombre era un músico eximio y completo. No reconocía dificultad alguna en sus perfiles y nunca se sintó inhibido por el ámbito que lo rodara o rodease; siempre exhibio con soberbia y quizás un poco de fingido desentendimiento hacia los que lo observaban. Difícilmente errara o errase una nota y asi siempre una pose genial o un movimiento sublime acompañaran cada bemol agudo -o quizá no tanto- que supiera o supiese exclamar. Quienes eran asiduos inconscientes de su expresión, solían sacar a relucir su nombre en comentarios de kiosko. Pero él, altanero, siempre fingió desconocer los reconocimientos. O quizás no tanto.
El hombre no era un prodigio de la música ni mucho menos. Todos los habían visto al menos una vez, pero nadie supo explicar jamás quién era; unos dicen que tenía el castaño marrón en el pelo y otros esgrimaban que en sus hombros colgaba un morral misterioso. Algunas envidiaban unas pestañas que, dicen, adornaban unos ojos de un claro castaño varonil y otras sólo lo recuerdan como el atorrante que no cedió un asiento de 114 en una tarde de lágrimas celestiales. El caso es que nunca condordaban las versiones de los ilusos que pensaron tenerlo bajo el ala de su conocimiento. Pero obviamente nunca sería reconocido; el hombre era un virtuoso de la guitarra en Belgrano y se disrfazaba de Mozart en Devoto; era bajista en Flores y violinista en Pueyrredón. Los que se decían sabihondos y los que lo seguían con la vista y los que lo miraban como se mira a quien no tiene completo raciocinio de lo que está haciendo pudieron adivinar, tras seguirlos desde Congreso hasta Juramento (cuando su Belgrano le calza las seis cuerdas), cuatro acordes de Sweet child o mine y en Devoto lo vieron desafinar un mi en la entrada de Don't look back in anger, o quizá Let It Be.
La cuestión es que se formó una modesta fama de músico que se le atribuyo a su aparente conocimiento musical; el solo hecho de caminar entre la gente poniendo caras y moviendo las manos aleatoreamente en el aire parecía realzar la viveza de giles y oportunistas. Todos eran maestros de música. El hombre, digamos, como que empezó a aprovechar la situación. Imaginaba violines suaves y promiscuos cuando unos ojos azules se acercaban a lo lejos. Mentía con la destreza de un abogado distintos golpes y bases violentas cuando quería marcar presencia con su bajo invisible entre los fieros machos que acechaban en Beiró y San Martín. Aturdió -o hubiese aturdido- ancianas con redobles infernales de batería y degustó el delicioso sabor de un reconocimiento tácito que nunca volcó una palabra pero que flotaba allí, impregnado como perfume de recuerdo. Él era ahora El Músico Inapelable.
Una tarde de árboles vacíos y hojas desterradas, el final lo esperaba en la parada del 107. Un posible do -o quizás re menor- fingía guiñarle un ojo a una morocha que parecía no haber despertado aún mientras él se recostaba en una pared de la parada desgastada o quizás sólo cansada de Cabildo y Monroe. Viendo venir el colectivo, preparó las monedas en el bolsillo derecho de una campera algo decolorida, mientras se engañaba con nuevos arpegios para provocar la envidia de viejas chusmas y señoritas metiches. Al subir la misma muerte lo esperaba, disfrazada de cantante ambulante que, con la espalda apoyada en un barandal del colectivo, regalaba a precio de gorra un culebrón de Arjona a los pasajeros que se dignaran a sentir los dibujos de su guitarra de madera.
El hombre, en silencio, tocó el timbre y mirando el suelo como quien entiende que mañana nunca será ayer, se bajó en la parada siguiente, donde el cordón de la vereda lo esperaba indiferente, mientras que su reflejo en una vidriera dejó caer una clave de sol salada de sus ojos. Guardó infinitamente sus manos en los gastados bolsillos y se dejó olvidado por descuido -o quizás no- un último si bemol.
El hombre no era un prodigio de la música ni mucho menos. Todos los habían visto al menos una vez, pero nadie supo explicar jamás quién era; unos dicen que tenía el castaño marrón en el pelo y otros esgrimaban que en sus hombros colgaba un morral misterioso. Algunas envidiaban unas pestañas que, dicen, adornaban unos ojos de un claro castaño varonil y otras sólo lo recuerdan como el atorrante que no cedió un asiento de 114 en una tarde de lágrimas celestiales. El caso es que nunca condordaban las versiones de los ilusos que pensaron tenerlo bajo el ala de su conocimiento. Pero obviamente nunca sería reconocido; el hombre era un virtuoso de la guitarra en Belgrano y se disrfazaba de Mozart en Devoto; era bajista en Flores y violinista en Pueyrredón. Los que se decían sabihondos y los que lo seguían con la vista y los que lo miraban como se mira a quien no tiene completo raciocinio de lo que está haciendo pudieron adivinar, tras seguirlos desde Congreso hasta Juramento (cuando su Belgrano le calza las seis cuerdas), cuatro acordes de Sweet child o mine y en Devoto lo vieron desafinar un mi en la entrada de Don't look back in anger, o quizá Let It Be.
La cuestión es que se formó una modesta fama de músico que se le atribuyo a su aparente conocimiento musical; el solo hecho de caminar entre la gente poniendo caras y moviendo las manos aleatoreamente en el aire parecía realzar la viveza de giles y oportunistas. Todos eran maestros de música. El hombre, digamos, como que empezó a aprovechar la situación. Imaginaba violines suaves y promiscuos cuando unos ojos azules se acercaban a lo lejos. Mentía con la destreza de un abogado distintos golpes y bases violentas cuando quería marcar presencia con su bajo invisible entre los fieros machos que acechaban en Beiró y San Martín. Aturdió -o hubiese aturdido- ancianas con redobles infernales de batería y degustó el delicioso sabor de un reconocimiento tácito que nunca volcó una palabra pero que flotaba allí, impregnado como perfume de recuerdo. Él era ahora El Músico Inapelable.
Una tarde de árboles vacíos y hojas desterradas, el final lo esperaba en la parada del 107. Un posible do -o quizás re menor- fingía guiñarle un ojo a una morocha que parecía no haber despertado aún mientras él se recostaba en una pared de la parada desgastada o quizás sólo cansada de Cabildo y Monroe. Viendo venir el colectivo, preparó las monedas en el bolsillo derecho de una campera algo decolorida, mientras se engañaba con nuevos arpegios para provocar la envidia de viejas chusmas y señoritas metiches. Al subir la misma muerte lo esperaba, disfrazada de cantante ambulante que, con la espalda apoyada en un barandal del colectivo, regalaba a precio de gorra un culebrón de Arjona a los pasajeros que se dignaran a sentir los dibujos de su guitarra de madera.
El hombre, en silencio, tocó el timbre y mirando el suelo como quien entiende que mañana nunca será ayer, se bajó en la parada siguiente, donde el cordón de la vereda lo esperaba indiferente, mientras que su reflejo en una vidriera dejó caer una clave de sol salada de sus ojos. Guardó infinitamente sus manos en los gastados bolsillos y se dejó olvidado por descuido -o quizás no- un último si bemol.
Wednesday, March 29, 2006
En silencio
Y pensar que la miró a los ojos. Y pensar que se hundió en una vergüenza de primaria y se le regaló con un beso y una flor. Con esa vergüenza disfrazada de bermellón en sus mejillas y la mirada atada al suelo como quien busca rehuir de un futuro imperfecto. Mientras sus manos se repartían sudores y las rodillas jugaban a estremecer el suelo, se animó a buscar una reacción en el rostro que enfrentaba. Se puede decir sólo levantó la vista muy poco antes que las pupilas se abrazaran, después de que el miedo se hiciera acto. Pero seguía igual, con la incertidumbre a flor de piel y un sueño de ojos castaños, los cuales todavía intentaban hacer consciencia de la situación. Ella no lo esperaba, no creía en cuentos que se vuelven realidad.
Sus nervios eran dedos que jugaban entre sus cabellos, como quien duda de una respuesta que no es más que una crónica anunciada. La pollera caía casi hasta sus rodillas como las certezas de un potencial fracaso, y sus pestañas intentaban esconder solamente a los ojos una verdad que era imposible de rechazar; que yacía ahí, a gritos, con un un silencio estridente que se reflejaba en ese único clavel adornaba las manos de él. Y sin embargo, seguía siendo tan real como silencioso. Creyó que sus ojos estallarían en una masacre de lágrimas tras esa mirada que parecía esconder un sombra de compasión, una derrota tácita, un…un final previsible. El silencio seguía siendo el único en susurrar en sus oídos. Su tristeza, sus ojos bañados en desesperación, levantaron la vista hacia el ahora diluido rostro que ella quería esconder. Pocas veces en su vida maldijo tanto por dentro como entonces. Esa piedad, digna de quien no sabe como decirlo pero que sabe exactamente que acaba de hacerlo, era lo único que él podía ver en las manos escondidas en su pollera. En la lágrima viajando hacia su mentón. En el clavel que cayó de bruces con la fuerza de mil desengaños hacia el frío invierno de sus pies, y que sólo pudo vislumbrar recién cuando el llanto decidió terminar a carrera. ¿Y quién iba detener la furia que quería llover desde los ojos castaños que sentían cercenar un alma? pocas veces se vieron llorar. Pero también pocas veces fue tan grande el espacio entre los dos. Y nunca, jamás, tanto el silencio que llenó ese espacio.
Quiso no entender, por más que ella escondiera la cara entre los hombros encogidos con la tristeza que antecede al llanto. Y que, esta vez, actuó también de predecesor. El clavel seguía con sus pétalos besando el suelo y buscando una rápida salida a ese fallido destino de margarita que se suponía debía tener. Él, esperando una palabra que sabía no llegaría, secó sus ojos con los restos de su alma y tan sólo apoyó sus manos, vírgenes de caricias, en lo que era el único sustento para su cuerpo arrollado y con la mente tan en blanco como los ojos, silenciosamente salió por la puerta, bajo el sonido lento e inerte de sus pasos. La otra silla seguía como antes del clavel y los suaves nervios de la mano se transformaron en un sollozo ya no contenible y empapado de desesperanza. Los cuadros de la pollera no eran ya más que un marco para las lágrimas.
Y él se detiene en seco. Ella cruza la puerta y sus ojos ya no lloran.
Qué mal se puede interpretar el silencio.
Sus nervios eran dedos que jugaban entre sus cabellos, como quien duda de una respuesta que no es más que una crónica anunciada. La pollera caía casi hasta sus rodillas como las certezas de un potencial fracaso, y sus pestañas intentaban esconder solamente a los ojos una verdad que era imposible de rechazar; que yacía ahí, a gritos, con un un silencio estridente que se reflejaba en ese único clavel adornaba las manos de él. Y sin embargo, seguía siendo tan real como silencioso. Creyó que sus ojos estallarían en una masacre de lágrimas tras esa mirada que parecía esconder un sombra de compasión, una derrota tácita, un…un final previsible. El silencio seguía siendo el único en susurrar en sus oídos. Su tristeza, sus ojos bañados en desesperación, levantaron la vista hacia el ahora diluido rostro que ella quería esconder. Pocas veces en su vida maldijo tanto por dentro como entonces. Esa piedad, digna de quien no sabe como decirlo pero que sabe exactamente que acaba de hacerlo, era lo único que él podía ver en las manos escondidas en su pollera. En la lágrima viajando hacia su mentón. En el clavel que cayó de bruces con la fuerza de mil desengaños hacia el frío invierno de sus pies, y que sólo pudo vislumbrar recién cuando el llanto decidió terminar a carrera. ¿Y quién iba detener la furia que quería llover desde los ojos castaños que sentían cercenar un alma? pocas veces se vieron llorar. Pero también pocas veces fue tan grande el espacio entre los dos. Y nunca, jamás, tanto el silencio que llenó ese espacio.
Quiso no entender, por más que ella escondiera la cara entre los hombros encogidos con la tristeza que antecede al llanto. Y que, esta vez, actuó también de predecesor. El clavel seguía con sus pétalos besando el suelo y buscando una rápida salida a ese fallido destino de margarita que se suponía debía tener. Él, esperando una palabra que sabía no llegaría, secó sus ojos con los restos de su alma y tan sólo apoyó sus manos, vírgenes de caricias, en lo que era el único sustento para su cuerpo arrollado y con la mente tan en blanco como los ojos, silenciosamente salió por la puerta, bajo el sonido lento e inerte de sus pasos. La otra silla seguía como antes del clavel y los suaves nervios de la mano se transformaron en un sollozo ya no contenible y empapado de desesperanza. Los cuadros de la pollera no eran ya más que un marco para las lágrimas.
Y él se detiene en seco. Ella cruza la puerta y sus ojos ya no lloran.
Qué mal se puede interpretar el silencio.
Tuesday, February 21, 2006
Entre los muertos
Andate. Andate, basta. ¡Basta!
¿Que mas queres? ¡Te llevaste las lagrimas, las plumas del Corazon, sellaste labios a fuerza de indiferencia y castigo, pero todavia no te vas! ¿Que mas necesitas? ¿Mi cuerpo, mi alma, mi sangre caliente? ¡¿Mas canciones, lagrimas en lapiz, palabras que te ya te llevaste y que pusiste en boca de ajenos?!
¡No dejaste nada, y sin embargo falta mas! ¡Nunca es suficiente! ¡No alcanza con matar, tambien hay que hacerlo lento, doloroso! ¡Horrible, cruel! ¡Aberrante!
¡Quedate donde estas, ya me acostumbre a tu sombra en mi alma! ¡Ya no siento tu pico clavandose en mi corazon, tu ladrido ya no inunda de terror y frio odio mi mente! ¡Hace mucho tiempo que tu sonrisa, timida, lacerante, lasciva, traidora abandono mi alma! ¡El cuervo ya no posa en el quicio de mi puerta, ya no temo salir a buscar a mi Leonora! Pero sigues ahi, latente, expectante, avida de sangre, quizas! Y desde lo lejos, desde el hueco mas profundo y negro de mi corazon te veo venir, veo tu ansias asesinas de llevarte lo unico que es mio, que me pertenece!
¡Que siempre despreciaste y un dia, en una artistica y disimulada treta sucia como tu conciencia propia, como tu alma envenenada, te apropiaste sin resquemor alguno!
¡Nunca los quisiste, nunca les diste un lugar! ¡No los trates como tus iguales, no los pongas bajo tu ala de vileza! ¡No los tomes como a tus hermanos cuando a mi mismo, a mi, que drene tu sangre impura con mis propios labios, que cure tus heridas con el dolor de las mias, me fulminaste con una mirada y un adios que nunca existio, tan rapido y letal como el veneno que corre por tus venas!
¡Has muerto, y asi es como debes estar! ¡Permanece en en el velo de la noche que te oculta de los sueños de quienes pagamos viejos pecados! ¡Tortura al mismisimo Satanas o irrumpe en el Paraiso del Eden si asi lo deseas! ¡Pero nunca, jamas, vuelvas a acercarte a ellos! ¡Porque ellos te cononcen, pero te ignoran! ¡Y donde los despreciaste, yo lo acogi como mis hermanos! ¡Te has llevado suficiente como para ahora levantarte entre los muertos e irrumpir en lo mas sagrado de mi ser! ¡Basta!
¡Muerte eres, y eso es lo que habras de ser por toda la eternidad!
¡Basta!
¿Que mas queres? ¡Te llevaste las lagrimas, las plumas del Corazon, sellaste labios a fuerza de indiferencia y castigo, pero todavia no te vas! ¿Que mas necesitas? ¿Mi cuerpo, mi alma, mi sangre caliente? ¡¿Mas canciones, lagrimas en lapiz, palabras que te ya te llevaste y que pusiste en boca de ajenos?!
¡No dejaste nada, y sin embargo falta mas! ¡Nunca es suficiente! ¡No alcanza con matar, tambien hay que hacerlo lento, doloroso! ¡Horrible, cruel! ¡Aberrante!
¡Quedate donde estas, ya me acostumbre a tu sombra en mi alma! ¡Ya no siento tu pico clavandose en mi corazon, tu ladrido ya no inunda de terror y frio odio mi mente! ¡Hace mucho tiempo que tu sonrisa, timida, lacerante, lasciva, traidora abandono mi alma! ¡El cuervo ya no posa en el quicio de mi puerta, ya no temo salir a buscar a mi Leonora! Pero sigues ahi, latente, expectante, avida de sangre, quizas! Y desde lo lejos, desde el hueco mas profundo y negro de mi corazon te veo venir, veo tu ansias asesinas de llevarte lo unico que es mio, que me pertenece!
¡Que siempre despreciaste y un dia, en una artistica y disimulada treta sucia como tu conciencia propia, como tu alma envenenada, te apropiaste sin resquemor alguno!
¡Nunca los quisiste, nunca les diste un lugar! ¡No los trates como tus iguales, no los pongas bajo tu ala de vileza! ¡No los tomes como a tus hermanos cuando a mi mismo, a mi, que drene tu sangre impura con mis propios labios, que cure tus heridas con el dolor de las mias, me fulminaste con una mirada y un adios que nunca existio, tan rapido y letal como el veneno que corre por tus venas!
¡Has muerto, y asi es como debes estar! ¡Permanece en en el velo de la noche que te oculta de los sueños de quienes pagamos viejos pecados! ¡Tortura al mismisimo Satanas o irrumpe en el Paraiso del Eden si asi lo deseas! ¡Pero nunca, jamas, vuelvas a acercarte a ellos! ¡Porque ellos te cononcen, pero te ignoran! ¡Y donde los despreciaste, yo lo acogi como mis hermanos! ¡Te has llevado suficiente como para ahora levantarte entre los muertos e irrumpir en lo mas sagrado de mi ser! ¡Basta!
¡Muerte eres, y eso es lo que habras de ser por toda la eternidad!
¡Basta!
Tuesday, January 17, 2006
Sueño disfrazado
Siento como las estrellas se abren paso ante mi soledad, como accediendo a su causa. Afligidas por mi presente, calladas por mi pasado... interrogantes por mi futuro.
Quizas, solo quizas, estas ahi, solo esperando que aparezca. A veces pienso que es asi y que vos me vas a reconocer y encontrarme en un mundo de ojos donde todos reflejen pero solo dos iluminen. Donde solamente brillen dos, donde las estrellas se abran solo para que encuentres el camino a mi, para que te vea venir y seque mis lagrimas en tus mejillas... quizas estes ahi. Quizas... pienses que te estoy buscando en lugares imposibles, porque quizas estes tan cerca que confunda tu aroma con aire, con aire del que vivo. Y quizas... quizas solo te vea cuando no pueda respirar, porque quizas ya no estes ahi. ¿Donde estas, a donde vas? acercate... tengo frio, y tengo miedo. Tengo miedo al pasado que no se va, pesado como cada error cometido, tengo miedo a los labios resecos de besos, la piel cuarteada sin caricias, el pecho frio, sin calor alguno... a veces, tantas como las que creo que me esperas, el miedo me atormenta y transforma mis sueños en realidades de las que despierto llorando...
A veces, juraria que te veo en miradas perdidas por baldosas antiguas, que conozco pero que no me conocen en realidad. Quizas solo seas una esperanza en camino o un sueño disfrazado. Quizas, un espejo quebrado o un nombre que no pronuncie. O quizas... quizas solo seas una estrella que se abre paso ante mi soledad, porque no sabe como llamarme a sus ojos brillantes.
¿Quien sos...?
Quizas, solo quizas, estas ahi, solo esperando que aparezca. A veces pienso que es asi y que vos me vas a reconocer y encontrarme en un mundo de ojos donde todos reflejen pero solo dos iluminen. Donde solamente brillen dos, donde las estrellas se abran solo para que encuentres el camino a mi, para que te vea venir y seque mis lagrimas en tus mejillas... quizas estes ahi. Quizas... pienses que te estoy buscando en lugares imposibles, porque quizas estes tan cerca que confunda tu aroma con aire, con aire del que vivo. Y quizas... quizas solo te vea cuando no pueda respirar, porque quizas ya no estes ahi. ¿Donde estas, a donde vas? acercate... tengo frio, y tengo miedo. Tengo miedo al pasado que no se va, pesado como cada error cometido, tengo miedo a los labios resecos de besos, la piel cuarteada sin caricias, el pecho frio, sin calor alguno... a veces, tantas como las que creo que me esperas, el miedo me atormenta y transforma mis sueños en realidades de las que despierto llorando...
A veces, juraria que te veo en miradas perdidas por baldosas antiguas, que conozco pero que no me conocen en realidad. Quizas solo seas una esperanza en camino o un sueño disfrazado. Quizas, un espejo quebrado o un nombre que no pronuncie. O quizas... quizas solo seas una estrella que se abre paso ante mi soledad, porque no sabe como llamarme a sus ojos brillantes.
¿Quien sos...?
Tuesday, January 03, 2006
Mi Inmortal
Escapo. Miro por la ventana y la lluvia no me deja salir. El asfalto no es suficiente para detener la caida; seguramente siga hacia abajo, seguramente el infierno no sea mi fondo. No tengo piso. Pensar que alguna vez no tuve techo... Pero igual, no se si caer. No se como caer. Pero siento la respiracion en mi nuca, y la desesperacion sube a la par de las gotas de sudor que caen. Y me aterro. Y no quiero. Pero quisiera. Y es siempre lo mismo, el terror, el pasado, la certeza de la incertidumbre. Lo seguro de lo imposible. ¡Basta!
Salte. Lo sabia; no mori. No toque fondo. Porque no tengo suelo. Pero algun dia... algun dia se va a morir el pasado en mi, y voy a dormir tranquilo. Voy a despertar en paz.
Salte. Lo sabia; no mori. No toque fondo. Porque no tengo suelo. Pero algun dia... algun dia se va a morir el pasado en mi, y voy a dormir tranquilo. Voy a despertar en paz.
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